Virtud puede definirse como el conjunto de cualidades positivas mediante las cuales uno actúa orientándose al bien, a efectos positivos. Etimológicamente, proviene de la palabra en latín virtus, cuya raíz es vir, hombre (el sufijo señala una cualidad de aquello a lo que la raíz refiere). Así, virtus es cualidad del hombre, o lo propio de un ser humano de género masculino.

La palabra virtud, más allá de su historia, se considera tanto desde la filosofía o la ética, y también desde lo religioso. Asimismo, es un concepto que se aplica a la vida cotidiana: decimos que alguien es, por ejemplo, un virtuoso, cuando ha dedicado mucho tiempo en el perfeccionamiento de cómo tocar un instrumento, o alguna otra habilidad artística que requiera técnica. Estos diferentes aspectos serán abordados en este artículo.

Talento
La habilidad de tocar un instrumento, como el violín, es asociada con el virtuosismo.

La virtud en Roma.

El vocablo virtus tenía su equivalente en otro idioma: el griego, donde se empleaba andreia. Un vistazo a su raíz nos hará entender cómo se relacionan:

  • virtus: raíz vir, hombre.
  • andreia: del griego ανδρος, «andros» proveniente de ανηρ (anēr en latín), «hombre».

En ambas sociedades, entonces, esta cualidad se aplicaba para referirse a lo mismo, o muy semejante: para comprender un poco el porqué, hay que entender el contexto.

La Roma del siglo I a. C. tenía una sociedad atravesada profundamente por las cuestiones, además de políticas y culturales, militares. Por ende, la destreza física, el valor y el coraje eran cualidades altamente consideradas y apreciadas en aquel momento, dado que conformaban rasgos de la masculinidad de ese entonces. Una cultura que triunfaba constantemente y se enfrentaba con bravura en sus peleas cuerpo a cuerpo con otros pueblos enemigos es, de cierto modo, la raíz de que la virtud y el vigor fuesen el eje de la identidad no solo de sus ciudadanos sino de la nación en sí. Si consideramos cómo la raíz «vir-«se encuentra en numerosas palabras de nuestra lengua en la actualidad, veremos que ha atravesado también lo geográfico y lo temporal, y que ha llegado a nuestros días: «viril», «virilidad», «triunvirato» (el gobierno de tres hombres).

La relación entre virilidad en tanto que excelencia, lo masculino y el aspecto militar era muy estrecha: la habilidad de ser un soldado fuerte, valiente, sin temores, que trajese honra a su pueblo mediante su éxito hizo que se amalgamaran y que, uno sin el otro, básicamente no existiesen. Curiosamente, el esfuerzo por fortalecer esta identidad estaba impulsado por establecer diferencias claras y precisas con los griegos, a quienes les tenían respeto, pero también debían constituirse como sujetos válidos en oposición y, de ser posible, como una nación superior respecto de aquellos tan admirados. Tal era el valor de la virtud entre los romanos que tenían incluso una deidad llamada Virtus.

La ampliación del significado, desde lo militar, hacia lo moral y más general, ocurre gracias a la filosofía. Hacia el siglo III a. C., se encuentran los primeros registros de virtus no solo como destreza bélica, sino además como rasgo de la excelencia y la moralidad: si bien los griegos empleaban el concepto areté para hacer alusión a la excelencia o grandeza, en latín, simplemente, se extendió el sentido para darle paso a tal acepción.

Platón: virtudes cardinales.

Platón
Platón, filósofo griego.

Ya en el siglo IV a. C., el filósofo había señalado que, para él, lo que compone el alma eran tres elementos: lo racional, lo volitivo (de la voluntad) y los apetitos. Si bien la virtud sí era considerada en función de la sabiduría, también amplió esto a tres rasgos más, lo que denominó virtudes cardinales:

La justicia, entre estas cuatro virtudes, es la fundamental para Platón, aunque las cuatro sean, a su vez, la base de otras virtudes del humano. Quien logra comprender y practicar la justicia, puede acceder a las otras tres virtudes cardinales.

Pensaba que la virtud también era cualidad de ser justo, como persona (vemos acá cómo, tal y como afirmamos al principio, la virtud ya no es circunscripta a lo masculino sino que también se considera extensiva a los humanos en general). La virtud, bien ejercida, de cierto modo permitía alcanzar una perfección semejante a la divina: el virtuoso es quien logra controlar, mediante la parte racional del alma humana , los apetitos y las emociones negativas que puedan producir efectos poco deseados.

Estoicismo y virtud.

La corriente estoicista de la filosofía veía a la virtus como un fin en sí mismo, no como el medio para alcanzar otros objetivos: la virtus era el objetivo.

Para los estoicos, el hombre que logra, mediante el control de sus impulsos y emociones, aceptar el orden y su destino impuestos por la naturaleza, era un sabio. Hay, en esta forma de pensamiento, una concepción del cultivo lento, cuidadoso, racional y constante en el dominio de uno mismo, una suerte de fortaleza tal del espíritu que llevaba a la calma del ánimo que denominaron ataraxia, la ausencia de toda turbación, que hacía feliz al hombre que la practicaba, y un ejemplo para otros.

El estoicismo se opone usualmente al hedonismo: el fin estoico es el ejercicio pleno de esta virtud del comportamiento adecuado y correcto, guiado por la razón y no por pasiones. Se aspira a la virtud no en pos de obtener algo a cambio, sino que es, como mencionamos, un fin en sí mismo.

Cristianismo: las tres virtudes teologales.

Finalmente, y además del plano militar y filosófico, otro ámbito donde las virtudes se consideran importantes es, claro está, la religión cristiana.

Cruz cristiana
Hay tres virtudes centrales en el cristianismo, que orientan las conductas de los creyentes.

Las tres virtudes, fe, esperanza y caridad tienen como fin último a Dios:

  • Fe: mediante esta virtud, la creencia en Dios implica reconocerlo en todo lo que dice y revela. Es un compromiso entre la persona y Dios, y el pacto es con su palabra, sus revelaciones y sus valores. Además de esto, hay un compromiso también en difundir su palabra y en poder proclamarla a otros abiertamente.
  • Esperanza: esta virtud implica no solo confiar en los preceptos de Dios y en la promesa de la vida eterna, sino también conducir las vidas de los creyentes orientándolas hacia la fe. Como vemos, entre sí las virtudes se alimentan y se complementan.
  • Caridad: la caridad, finalmente, es no solo manifestación de amor hacia Dios sino también de amor hacia el prójimo. Mediante esta virtud es que uno actúa por el otro no en pos de un beneficio, sino por amor y generosidad hacia él: es un sacrificio, no un medio para. Es la bondad hecha práctica, muestra de la misericordia de los humanos.

Estas tres virtudes se suman a las cuatro virtudes clásicas que hemos mencionado que Platón había considerado, y dan lugar a las siete virtudes celestiales.

Finalmente, y en relación con estas tres virtudes teologales, encontramos una historia o leyenda, sobre Santa Sofía, mujer griega y madre de tres pequeñas llamadas Fe, Esperanza y Caridad, que vivían alrededor del siglo I a. C.

La leyenda dice que esta madre y sus hijas predicaban la fe cristiana, en la palabra y en actos de asistencia a esclavos y prisioneros. Tales acciones llegaron a oídos del emperador Adriano quien, ante un tribunal, intentó hacerlas renunciar a su fe; ante la negativa, las jóvenes fueron azotadas, mutiladas y torturadas hasta sus muertes. Sofía lloró por sus hijas durante tres días, hasta que finalmente murió de tristeza junto a sus tumbas. Las tres niñas fueron canonizadas, y su día de conmemoración es el primero de agosto; su madre, Santa Sofía o Sofía mártir, es conmemorada alrededor de la segunda quincena de septiembre. Los cuerpos de las cuatro santas permanecen en una de las tantas iglesias de Roma.

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Fernández, A. M. (2 de diciembre de 2021). Definición de virtud. Significado de virtud en historia, filosofía y religión. Definicion.com. https://definicion.com/virtud/