La palabra «libertad» tiene su origen en el concepto latino libertas, y hace referencia, en la actualidad, a una situación o condición de las personas en la que tienen la posibilidad de actuar sin que haya una obligación a realizar algo, por voluntad propia.
A grandes rasgos, implica que se puede actuar sin que haya coacción (es decir, imposición que se ejerce sobre alguien para forzarla a hacer algo contra su voluntad).
Sin embargo, el concepto tiene múltiples acepciones, y puede considerársela desde diferentes áreas. Aquí vamos a introducirte algunas de estas diferentes definiciones, para profundizar en el concepto. ¡Comencemos!
Índice de temas
Características de la libertad.
- Es, en relación con la ley, la posibilidad que tiene una persona para actuar o proceder de acuerdo con su voluntad y deseo.
- Es contemplado en función de múltiples aristas: lo religioso, lo económico, lo legal, lo social.
- Es un derecho humano: le pertenece a todos.
- Implica necesariamente una toma de responsabilidad ante las acciones que uno lleva a cabo.
Profundizaremos en estos conceptos a lo largo del artículo.
Libertad y ética.
Si nos situamos en el plano de la ética, uno de los valores fundamentales, o acaso el más importante, es la responsabilidad y su ejercicio. Si bien el concepto de ética difiere del de moral, y es común alternarlos, nos atendremos aquí al uso del primero.
Ahora bien: en función de la ética, deberemos entender a qué alude. Es el conjunto de normativas (por ende, es prescriptiva: ordena, regula) que indica qué es lo que está bien y qué lo que está mal. Hay una serie de actos que se consideran que no pueden hacerse dado que están penalizados o son castigados (como por ejemplo cometer un robo, atentar contra la vida de otra persona, entre otros).
Lo central en este eje es considerar, cuando una persona lleva a cabo una acción, frente a quién deberá responder por tales actos. Hay consideraciones culturales, sociales e históricas respecto de ante quién o qué daremos cuenta de nuestros actos: Dios, el Estado, la sociedad, nosotros mismos. Más allá de una u otra, siempre nuestras acciones tendrán una implicancia social, colectiva, dado que vivimos en una sociedad que se rige por leyes, normas y convenciones. Para profundizar en esto un poco más, entenderemos que este ejercicio de la libertad se dará, entonces, conforme con las normas que la sociedad señale, y será en este plano en el que se considerará si son positivos o negativos, buenos o malos.
De un modo más simplificado, puede afirmarse que la libertad y la ética no funcionan una sin la otra: mediante la libertad hacemos uso pleno de nuestro derecho a decidir por nosotros mismos lo que deseamos hacer, decir, concretar o ejecutar. Sin embargo, este amplio campo de posibilidades se ve, paradójicamente, «restringido» por nuestra existencia como seres sociales. La idea de una libertad sin responsabilidades, ética o contemplación de aquellos que nos rodea nos llevaría a un estado de caos donde cada uno de nosotros hace realmente lo que quiera hacer, sin reparar en el daño o impacto que esto puede provocar en otros y en nuestro entorno.
Tipos de libertad.
Religiosa.
Esto implica que, en función del grupo de prácticas y creencias a la cuales uno adhiera de acuerdo con su elección y deseo, podamos ejercerla libremente en nuestra vida privada, pública, y en los diferentes entornos sociales a los que pertenezcamos. Aquí es necesario, entonces, que el otro tenga respeto por esta elección: todas las personas tenemos la posibilidad, y, nuevamente, el derecho, de elegir bajo qué sistema de creencias regiremos nuestra vida, nuestras acciones, creencias y posiciones. Así, tanto como podemos demandar el respeto que nuestra religión debe tener, también debe respetarse, aun si no se comparte, la elección de otros, ya sea porque tiene una religión diferente o porque elige no tenerla.
De expresión.
Es la libertad que permitirá que podamos expresar y manifestar libremente nuestras ideas, de la manera en que consideremos apropiado, y por los medios que fuesen necesarios para ello. Se condena, en este sentido, que toda aquella imposición, obligación o incluso impedimento atenten y vulneren a las personas, por cuanto somos sujetos con la capacidad de reflexionar y comunicar nuestras emociones y pensamientos.
Dentro de la libertad de expresión, se encuentra también la libertad de poder acceder a la información que de este modo deseemos: tenemos el derecho a saber qué ocurre con nuestro entorno, sobre la actualidad, sobre cuestiones de índole más bien pública también. Finalmente, también aquí se contempla la posibilidad de poder defender aquellas ideas que consideremos adecuadas: tenemos, entonces, la libertad de defender una causa, un movimiento, o la postura con la cual estemos de acuerdo.
Libertad y libertinaje.
Este último concepto, que proviene del latín libertinus y con el que se hace referencia a aquella persona que va más allá de las normativas y reglas sociales, sin reparar en ellas, estuvo asociado durante mucho tiempo con las conductas que una persona puede tener.
Esto implica toda una ausencia de responsabilidad en tanto en cuanto falta a lo moral y socialmente correcto: el libertinaje, a diferencia de la libertad, es una postura donde el desenfreno y el descontrol son los móviles que rigen las conductas, y tales conductas implican, tradicionalmente, excesos en los consumos, en el abuso de sustancias con alcohol, u otro tipo de actividades en el nivel de «lo placentero».
Sin embargo, hoy este concepto ha caído en desuso, e incluso se ha puesto en crisis: entre otras cuestiones, se ha considerado dentro de esta categoría a elecciones como, por ejemplo, la homosexualidad. Se ha condenado esta elección personal por razones del tipo moral y más bien religiosas. Estaban ligadas a fundamentos que hoy, y gracias a la intensa labor de activistas alrededor del mundo, no se consideran válidos, ya que atentan contra la libertad sexual de las personas.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Este documento, firmado en 1948 en París, Francia, supone un consenso a nivel mundial que obliga a los países del mundo a respetar derechos humanos básicos.
La libertad, tal y como la paz o la justicia, es considerada un derecho fundamental de los hombres: es inalienable, es decir, los sujetos que poseen este (u otro) derecho no pueden «renunciar» a él, dado que son inherentes a los humanos.
Estos derechos humanos abarcan diferentes ejes y temas: hay tratados que establecen un marco normativo contra la tortura, contra las desapariciones forzadas, o en contra de la discriminación y violencia contra mujeres. También, hay tratados con los cuales se intenta proteger a migrantes, entre otros.
Sin embargo, este documento hace un especial énfasis en que, entre todos los derechos humanos, está incluido el derecho a la libertad en sus múltiples expresiones: a algunas ya las hemos nombrado, como el derecho a la libertad de expresión o la religiosa. Incluso, se contemplan libertades como por ejemplo del tipo lingüístico: las personas tienen el derecho a poder hablar sus lenguas libremente, no solo dentro del territorio de donde procedan, sino también en cualquier otro país o sociedad. No debe discriminarse en función de la lengua, ni debe cercenarse la posibilidad de expresarse en ella, ya sean lenguas oficiales, como el español, el guaraní o el portugués, o bien lenguas minorizadas como, en el caso de Argentina, el quechua, el mapuche, el wichí o el aymara.
Además de que tales derechos y libertades se protejan, debe hacerse sin reparo en las diferencias de color, religión, género, nacionalidad, posición social o región de procedencia.
Citar este artículo
Fernández, A. M. (29 de enero de 2022). Definición de libertad. Características y tipos. Definicion.com. https://definicion.com/libertad/