Autoconocimiento es el nombre con el que se conoce a la práctica de investigar y examinar dentro de nuestro interior, entendiendo esto como una autoexploración, un autodescubrimiento o incluso un despertar individual.

Esta forma de adquirir conocimiento sobre nosotros mismos tiene múltiples finalidades, que podemos ubicarlas en un plano emocional, cognitivo, conductual o de nuestro modo de relacionarnos con nuestro interior pero también con los demás.

La palabra se compone de dos términos:

  • el prefijo auto-, originario del griego, que significa por sí mismo o a uno mismo.
  • la palabra conocimiento, del latín cognōscere que significa saber o noción.

En la historia.

En la actualidad, lo que entendemos como autoconocimiento está relacionado con la exploración de nuestro interior en pos del desarrollo personal, la metacognición o la conexión mente-cuerpo desde un lugar de bienestar. Sin embargo, este concepto ha ido mutando su definición. Es una práctica milenaria, propia de diferentes culturas y se manifiesta, por tal motivo, de distintos modos.

Conexión mente y cuerpo
El autoconocimiento, en sus múltiples dimensiones, es una práctica milenariam en las diferentes sociedades del mundo.

En la cultura occidental, esta actividad de conocernos se relaciona con el saber y, más específicamente, con la filosofía, el amor a la sabiduría. A partir de esta disciplina, el yo es un objeto de estudio y de análisis, en todas sus dimensiones:

  • qué es el ser
  • qué es Dios, y si acaso existe
  • qué es la realidad
  • qué es el conocimiento
  • qué es lo bueno, y lo malo, y si es posible establecerlos como una dicotomía
  • qué hay después de la muerte

Y muchas otras preguntas. A su vez, hay un gobierno de lo racional por sobre todo lo demás que en sociedades como la oriental, ha sido interpretada de otro modo. En este sentido, las religiones o sistemas teóricos de este amplio paradigma han explorado otras formas de autoconocimiento que, en síntesis, colocan al conocimiento interior como causa de un conocimiento supremo, ajeno al resto de quienes no tienen tal ejercicio.

Dimensiones.

Exploremos, a continuación, algunas dimensiones del autoconocimiento.

Cognición
La exploración de nuestro interior es un proceso extenso, complejo y que en ocasiones requiere de acompañamiento.

En primer lugar, en un plano cognitivo, podemos pensar en la metacognición como una de las instancias que se potencia a través de él. Este término alude a la capacidad de poder reflexionar, comprender y conectarse con los procesos propios de pensamiento, de construcción de ideas y de aprendizaje, incluso.

Para poder acceder a esta metacognición, es importante un gran trabajo de autocuestionamiento, de silencio interior y de atención plena sobre nuestros propios procesos. Implica una profunda autoexploración emocional, personal, psicológica y un constante diálogo interno para revisar nuestros propios procesos.

En este proceso, si bien podemos conocer aspectos negativos de nosotros mismos, también aprenderemos a reconocer las propias fortalezas y puntos fuertes. Vinculada con esta dimensión cognitiva, la dimensión emocional implica una práctica reflexiva en la que la introspección honesta es esencial para evitar caer en el autoengaño sobre nuestro mundo interno. 

Entre ambos planos podemos aprender a reconocer nuestras formas de comportarnos, lo que nos lleva a poder vincularlo con las emociones o sensaciones que se enlazan con estos, y así trabajar sobre ellos.

A su vez, esta autoobservación lleva a que podamos trabajar sobre nuestra propia disciplina, ya que todo el trabajo de análisis sobre nuestra identidad, nuestra autoestima y nuestras emociones conllevan un necesario proceso, más o menos extenso, pero siempre presente, que requiere de nuestra voluntad y focalización.

Finalmente, desde lo espiritual, el autoconocimiento implica una conexión con el ser y un trabajo de equilibrio interno que pueden contribuir con el desarrollo de la autoconciencia, la gratitud y el fortalecimiento de la espiritualidad.

Emociones
La exploración de nuestras emociones es también una parte relevante de nuestro conocimiento interno.

La introspección implica una labor interna de mucha tolerancia, paciencia y cuidado hacia nosotros mismos. Esto nos enseña no solo a poder entrar en contacto con nuestras necesidades, nuestros intereses y nuestra inteligencia emocional. También, nos permite conectar de forma más reflexiva con los demás, a buscar conexiones significativas en nuestros vínculos y a aprender qué es nuestra prioridad y qué no.

Herramientas.

Entre las diferentes herramientas y técnicas para aprender sobre nosotros, encontramos, en primer lugar, la terapia

Esta instancia de exploración, de cuestionamiento interno y de vulnerabilidad, ya que exponemos nuestras emociones a un otro, es en la actualidad una de las formas más extendidas de trabajo sobre nuestra psiquis.

Constituida como una disciplina científica, la terapia consta de diferentes ramas y paradigmas desde los cuales una persona, en función de aquello que la haga sentirse más a gusto, puede aprender de sí misma y de su entorno. Uno de los aspectos centrales es que se está acompañado por quien nos guía en ese camino de comprensión y evaluación, que es el profesional de la psicología.

Por otra parte, una actividad como la meditación puede ser útil. El eje de esta práctica es la relajación física y mental, la concentración en el aquí y el ahora y, por ende, la desconexión con aquello que nos rodea durante el tiempo que dura.

Con ella, aprendemos a escuchar nuestro cuerpo, a conectar con todos nuestros sentido,  y a mantenernos alejados de las distracciones externas, para mirar en nuestro interior. Otras prácticas incluyen, por ejemplo, el plano de la escritura. Aquí se incluyen acciones como el uso de diarios personales o la escritura reflexiva, donde podemos volcar de forma más o menos organizada nuestros pensamientos.

Escritura reflexiva
La escritura reflexiva, la terapia e incluso actividades artísticas pueden ser espacios útiles de autoexploración.

Esta actividad puede ser diaria, semanal o incluso con otra persona que nos acompañe en ese proceso. Al escribir nuestros pensamientos y emociones, podemos volver sobre ellos en otro momento, para leernos, comprender cómo nos sentíamos y, también, trabajar en el reconocimiento de patrones de comportamiento.

Sus beneficios para la salud mental.

Con el autoconocimiento, accedemos tanto a una comprensión más amplia de nuestras fortalezas personales como de nuestras limitaciones personales. El autoconcepto que tenemos sobre nosotros puede ir cambiando a medida que recorremos ese proceso, y puede servir como una instancia de autocontrol, motivación y práctica de nuestra voluntad.

Esto puede resultar muy positivo en términos de salud mental: el conocimiento propio no implica egoísmo, sino todo lo contrario. Podemos aprender a reconocer qué queremos para nuestra vida, en un corto o largo plazo, a reconocer nuestras expectativas e incluso las que los demás puedan haber depositado sobre nosotros, con conciencia o no de ello.

Implica, además, un camino donde la confianza en uno mismo puede fortalecerse, ya que nos enfrentamos a nuestros miedos, a aquello que nos hace vulnerables y se resignifica para poder sentirnos mejor con nosotros mismos, en mayor o menor medida.

Finalmente, es un proceso con el que aprendemos a ser más amables con nosotros mismos, a valorarnos en nuestras posibilidades y a protegernos de nuestras inseguridades.

Citar este artículo

Fernández, A. M. (13 de septiembre de 2023). Definición de autoconocimiento. Historia, rasgos y mecanismos. Definicion.com. https://definicion.com/autoconocimiento/