Se usa la palabra autoestima para hacer referencia a la percepción que una persona sostiene en relación a sí misma y a la valoración que hace de las acciones que lleva a cabo. Es siempre consecuencia de un juicio de valor, que puede realizarse en función de la totalidad del individuo, basándose en un aspecto puntual o incluso sobre una tarea.

Se trata de un movimiento muy dinámico, constante, en el que podremos detectar, si miramos con atención, un elemento de ese juicio total, cifrado en cada pequeña valoración. El juicio toma como modelo una imagen mental que cada ser humano tiene acerca de sí mismo y evalúa, a partir de esa creencia fundacional, el devenir de la vida cotidiana.

Y aquí podemos distinguir dos instancias a tener en cuenta. La primera consiste en ver qué tan acertada es esa imagen que se tiene almacenada; la segunda es el cuestionamiento del mecanismo en sí, de la instancia que constantemente se cree con derecho de juzgar.

Esa imagen que se toma como referencia suele ser un conglomerado no del todo coherente de diferentes creencias que se formaron en la infancia temprana a partir de la valoración que se hizo de nuestra conducta y de los valores que recibimos de nuestra familia y entorno sociocultural.

Si nos remontamos a su origen etimológico, descubriremos que el término es un cultismo que proviene de una palabra griega y una latina. El elemento «auto« deriva del griego autos, que se emplea para describir «aquello que se refiere a sí mismo» o bien «por sí mismo». El concepto estima viene del verbo estimar. Este surge, a su vez, del vocablo latino aestimare, que originalmente se usaba para asignar un valor monetario a algo y conservó esta línea de «evaluar, valorar o tasar». Así, es clara la tendencia etimológica hacia «el valor que se asigna a sí mismo«.

La autoestima es la propia valoración.
La autoestima es el valor que las personas se asignan a sí mismas y a sus propias acciones.

Los dos elementos de la autoestima.

Se puede hacer una distinción dentro de esta imagen formada, separando un principio más estable o constante, que hace al ser mismo de la persona, de otro que se asocia al movimiento, a la acción, a las tareas específicas que se realizan y el juicio que cada una de ellas acarrea.

El primero de ellos se denomina auto-dignidad y consiste en una experiencia de seguridad y la afirmación del propio valor, por el solo hecho de estar vivo en este planeta. Se basa en un principio de igualdad esencial que cada ser humano tiene por el simple hecho de serlo, esa instancia en la que no importan las distinciones en función de los atributos físicos, de los bienes que se poseen, de los conocimientos o la cultura, o cómo se desempeña una actividad. Si esta base es sólida, la persona expresa una comodidad a la hora de expresar sus sentimientos y sus ideas, y considerará muy natural recibir valoraciones positivas y el amor de sus semejantes.

El segundo elemento se conoce como autoeficacia y es la experiencia que surge no ya de la base constante, sino del resultado de cada acción que se realiza. Hace, por ejemplo, al funcionamiento mental adecuado, al desempeño exitoso en tareas, ya sean de índole artística, deportiva, recreativa o laboral. Es la tendencia a saberse competente respecto a retos o desafíos, y la confianza en que podrán resolverse los obstáculos.

Si bien estos dos elementos están en permanente interacción y se retroalimentan, ambos son esenciales y adecuados para una vida feliz y en movimiento.

Autoeficacia, elemento de la autoestima.
La autoeficacia alude a la confianza y al hecho de saberse competente para afrontar desafíos y obstáculos.

Los autoconceptos.

Podemos llamar autoconcepto a cada uno de los elementos que forjan la imagen grande que alguien alberga acerca de sí mismo. La sumatoria de todos los autoconceptos que se tienen da lugar a la autoestima. Dos cosas a destacar:

  1. Los autoconceptos, como se ha mencionado, muchas veces surgen en la infancia temprana, y no son necesariamente coherentes. Si un niño o una niña hizo algo que podría ser inocente, pero su madre estaba muy cansada y lo reprendió, de allí se almacenará una idea, un autoconcepto: «soy malo porque activé el ruido en ese osito y eso hizo que mamá se enojara». E incluso los autoconceptos que se almacenan son, a veces, contradictorios entre sí. Por ejemplo, si otro día el niño o la niña activa el sonido del oso y la progenitora le dice: «¡Muy bien!», y le sonríe, la criatura guardará la información de ser buena porque activó al osito y mamá se puso contenta.
  2. Esta imagen no es estática: todo el tiempo se está agregando información nueva. Cada acción que realizamos hoy en día toma como base esas referencias, pero las va ajustando en función de las respuestas que se reciben de un jefe o una jefa, de una amiga, o incluso de gente que no conocemos y con la que interactuamos apenas porque compramos algo o nos la cruzamos un momento en la vida.  

El autoconcepto nace, muchas veces, de la información que nos proporcionan los demás, y de un modo inconsciente recibimos y almacenamos, tal como sucede en la niñez. Pero a pesar de que parece todo muy automático y signado, hay una alternativa: la presencia. Todos estos mecanismos tienen su asiento en un posicionamiento que acarrea cierta languidez o inercia de la conciencia. Ocurren en automático, simplemente porque siempre fue así. Pero si el sujeto ejerce su voluntad de forma tal de estar presente en lo que está pasando en una escena, en un momento, esa información ya no pasará directo hacia la imagen.

Muchas personas se sienten indignas de amor.
El psicólogo humanista Carl Rogers habla del desprecio silencioso que muchas personas experimentan por sí mismas, pues se sienten indignas de amor.

La autoestima desde la psicología.

Como la psicología no es una rama de conocimientos uniforme, sino que está compuesta por diferentes modelos y teorías, el acercamiento a todo concepto, en este caso la autoestima, presentará variantes en función del paradigma. Si tomamos al psicoanálisis, por ejemplo, veremos que la autoestima se relaciona con la tendencia al desarrollo del ego. Pero si lo vemos desde la teoría conductista, se negará la idea de algo uniforme (la imagen) porque se afirma que todo es estímulo, condicionamiento y respuesta.

Sin embargo, hay dos autores que han abordado este tema de un modo especial: el primero es Abraham Maslow, con su jerarquía de las necesidades humanas, y el segundo es Carl Rogers, con su psicología humanista.

Maslow se acerca a este tema, en el contexto de su teoría, al hablar de una necesidad de aprecio en los seres humanos, que pasa a dividir en dos variantes. El aprecio que una persona siente por sí misma y, por otro lado, el respeto y la estima que otros nos brindan (Maslow aclara que no se trata del renombre o la fama, sino que es simple respeto).

En el caso de Carl Rogers, afirmaba que la raíz de múltiples problemas en numerosos individuos procede de la idea de ser indignos de amor. Rogers apoyó buena parte de su trabajo en esta comprensión del desprecio silencioso que muchas personas experimentan por sí mismas, y por eso uno de los pilares de su teoría pasa por la aceptación incondicional que se le da al cliente. De hecho, en un famoso axioma de la escuela humanista, se asegura que todo ser humano, sin excepción alguna, y por el solo hecho de serlo, es merecedor de respeto incondicional de prójimos y de sí mismo. Todas las personas merecen estimarse y ser estimadas

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Lehrer, L. (22 de mayo de 2022). Definición de autoestima. Sus elementos, los autoconceptos y el abordaje desde la psicología. Definicion.com. https://definicion.com/autoestima/