Conciencia es el nombre que recibe el conocimiento que una persona tiene tanto sobre sí misma como sobre sus acciones, su entorno y su vínculo con el mundo y otras personas.

Es una forma de autoobservación, de observación de lo que ocurre con nuestra propia mente y de poder emitir un juicio sobre nuestros actos.

La palabra proviene del latín conscientia, que se emplea para indicar saber compartido o conocimiento de uno mismo.

Aspectos de la conciencia.

La conciencia, en tanto en cuanto aquello que nos permite dimensionar nuestro entorno, a nuestros pares y a nosotros mismos, puede definirse desde distintos puntos de vista y conceptos. Veamos algunos de ellos.

Puede ser interpretada como una forma de autoconciencia. Esto implica el reconocimiento de nuestros propios procesos emocionales, de nuestros estados de ánimo, de las herramientas con las que contamos, de nuestras fortalezas y de nuestras debilidades.

Es, en síntesis, un proceso de identificación de aquello que nos constituye, positiva y negativamente. Gracias a la autoconciencia, podemos tener un mayor control sobre nuestros actos y pensamientos en distintas situaciones. Como otros aspectos de la vida cognitiva, es una capacidad sobre la que se trabaja y se reflexiona constantemente.

Auto-reflexión
La conciencia implica un examen sobre nosotros mismos, nuestras emociones y nuestro entorno, también.

La conciencia, además, se vincula con otro término: la cognición. Esta es, en términos generales, la capacidad para poder procesar la información que recibimos desde nuestro entorno. Este proceso cognitivo nos permite percibir y leer las señales y mensajes que recibimos de nuestro entorno con prudencia y sabiduría.

Además, nos permite poner el foco y nuestra atención en aquello que es relevante en uno u otro contexto, en sopesar cuál es la información que puede requerir nuestra atención inmediata y cuál no, y en desarrollar empatía por los demás.

Finalmente, un tercer concepto vinculado con la conciencia es el de emoción. A menudo, estas dos categorías aparecen unificadas bajo el término de inteligencia emocional o bienestar emocional. Ambas aluden a la capacidad de comprensión de nuestras emociones, de nuestros sentimientos y de cómo gestionarlos y manejarlos.

La utilidad de este conocimiento radica en poder tomar buenas decisiones no solo para nosotros mismos, sino también para aquellos que nos rodean, siempre que sea posible. Es posible trabajar nuestro autoestima, también, a través de esto.

La capacidad de la autoconciencia nos permite sabes qué nos agrada y qué no, con qué estamos de acuerdo y con qué no, a actuar con racionalidad, a saber desarrollar el autocontrol y a conducirnos con sensatez. De este modo, nos permite responder asertivamente frente a situaciones repentinas y espontáneas, pues ya sabemos qué podemos hacer, qué estamos dispuestos a aceptar y qué no.

De este modo, estas capacidades van acompañadas de una profunda introspección, que puede ser acompañada por profesionales como psicólogos, por ejemplo. Ellos pueden ayudarnos a gestionar herramientas y a conocer estrategias para conocernos cada vez más.

Ayuda profesional
La auto-reflexión puede trabajarse con un profesional de la psicoterapia, que oriente al paciente en herramientas y estrategias.

Su vínculo con la auto-reflexión.

Un aspecto clave al pensar en la idea de conciencia es el autoconocimiento. Este proceso es esencial para poder conectar con nuestro interior desde las emociones, nuestros actos, desde por qué actuamos como actuamos, qué nos motiva, o cómo nos comportamos con los demás.

Es fundamental tanto para el conocimiento del autodescubrimiento, desde distintas perspectivas, como también para nuestra existencia como seres sociales al interior de una comunidad.

La auto-reflexión como práctica requiere de nuestro tiempo y nuestra disposición. Además, requiere nuestro compromiso con examinarnos a nosotros mismos: es, en cierta forma, observar de manera analítica nuestra propia subjetividad.

Esta práctica puede trasladarse a cosas cotidianas y regulares: un examen mucho más profundo de nuestras estructuras, móviles y emociones subyacentes requiere un otro que escuche y que nos acompañe. Esta labor, por lo general, es tarea de un profesional de la salud mental.

Así, en esta auto-reflexión que podemos desarrollar, nos topamos con la introspección, es decir, la observación de nuestros procesos internos cognitivos y emocionales.

Del latín introspectrum, significa, literalmente, mirar hacia el interior. Este acto se efectúa de manera voluntaria y requiere, sobre todo, nuestra total honestidad con nosotros mismos. Esta es la forma mediante la cual podemos examinarnos, concentrándonos en nosotros mismos, y explorar formas de comportarnos, patrones, y otros elementos pertinentes.

introspección
La introspección debe acompañarse de un ambiente relajado y calmo, donde se posible concentrarnos en nosotros.

También, la introspección requiere nuestra concentración en esa tarea. Por este motivo, es un momento en el que podemos prescindir de estímulos externos y de la mirada ajena, ya que conectamos con nosotros mismos para una experiencia más compleja y atenta.

La conciencia en distintas culturas.

Veamos, a continuación, qué significa la conciencia y cómo se aborda en distintos sistemas culturales.

Para el budismo, la conciencia como concepto, no se percibe como uno absolutamente dividido del aspecto corpóreo, material, usualmente representado por el cuerpo. A diferencia de las perspectivas de las sociedades occidentales, no hay un dualismo ni una oposición entre lo espiritual o mental y lo físico.

Esto hace que la perspectiva budista sobre la conciencia la contemple sin separarla de lo físico: no es posible concebir, en este sentido, algo que ocurre en un espacio material sin poder poner en marcha los procesos cognitivos de la mente.

Dicho de otro modo, siempre que se intente reflexionar sobre un aspecto de nuestra vida física, nuestra existencia material, la conciencia está involucrada.

Para otros sistemas de pensamiento como el cristianismo, la conciencia es aquella voz interna que nos ayuda a discernir entre aquello que es correcto y lo que no. Sin embargo, este concepto aquí tiene otra perspectiva, ya que no solo somos nosotros mismos examinando como y qué hacemos, sino que es también Dios quien observa nuestros actos, y nos juzga en función de nuestro actuar.

Esta perspectiva es diferente a la anterior ya que, durante mucho tiempo, la mirada divina implica lo moral, lo correcto y lo incorrecto, lo destacable y lo reprobable. En última instancia, implica una sensación de culpa y aflicción, vinculada con la noción del pecado y el castigo divino.

Tipos.

La conciencia puede tomar diferentes formas en función de cuál es el fenómeno de base que la moviliza.

Por este motivo, podemos considerar la conciencia emocional, que alude a explorar nuestro interior. También, podemos considerar la conciencia personal, que no solo nos involucra a nosotros mismos sino también a los demás, con quienes interactuamos.

Sin embargo, existen otros tipos de conciencia atravesadas por saberes específicos, por preguntas, planteos y motivaciones distintas, que en muchas ocasiones permiten tomar acción en el espacio social de otro modo.

En este caso, uno de esos ejemplos es la conciencia ambiental. Esta se vincula con la preocupación y el interés de cada uno de nosotros como seres que disponemos de recursos naturales para nuestra supervivencia.

Conciencia ambiental
La conciencia ambiental permite reconocer problemáticas vinculadas con el medio ambiente, y formas de conservarlo.

Sin embargo, muchas de las actividades humanas provocan un profundo daño a la naturaleza, al ecosistema y a diferentes hábitats: de este modo, la labor de proteger el medioambiente apunta a poder conservarlo a largo plazo, para futuras generaciones.

Desde esta perspectiva, la conciencia ambiental nos permite poner en práctica estrategias cotidianas para mitigar el impacto de nuestras acciones. Así, en el día a día, puede prestarse atención al uso de cada persona sobre recursos como el agua o la luz, sobre qué comemos, qué productos compramos y modificar nuestros hábitos para hacerlos más amigables para el medioambiente.

Otro tipo es la conciencia de la diversidad. Esta puede concebirse como la interiorización de que todas las personas somos distintas, igualmente valiosas y merecedoras de los mismos derechos, posibilidades y oportunidades que los demás.

La diversidad puede contemplarse desde distintos lugares: puede ser en relación con la edad, el género, el origen socioeconómico o étnico. También, puede contemplarse desde una perspectiva que incluya, con generosidad y bondad, a quienes viven con una discapacidad física, mental o motriz, para no excluirlas del entramado social por ello.

Estas prácticas pueden trabajarse al interior de cada comunidad humana, en los distintos espacios sociales que las personas pueden compartir (clubes barriales, escuelas, instituciones vecinales). También, pueden plantearse acciones más grandes, y puede evaluarse la posibilidad de intervenir en políticas públicas que validen estas formas de concientizar a la población.

Citar este artículo

Fernández, A. M. (14 de junio de 2023). Definición de conciencia. Aspectos, ejemplos y tipos. Definicion.com. https://definicion.com/conciencia/