Autocontrol es la denominación para señalar la capacidad de una persona para tener dominio y disciplina sobre sí mismo, en diferentes facetas de su vida y su desarrollo. Es una forma de desarrollo emocional, social y cognitivo que resulta esencial para poder trabajar sobre las metas propias y los objetivos, a corto, mediano y/o largo plazo.
La palabra proviene de la unión entre auto-, prefijo que significa a sí mismo y control, originaria del francés contrôle que, a su vez, se origina del latín. En esta lengua, se utilizaban dos sustantivos para señalar los papiros en los que se escribía lo que hoy entendemos como el debe y el haber, o el activo y el pasivo, es decir, el dinero que ingresa a una persona o empresa y el dinero que sale de ella.
El papiro correspondiente al debe se llamaba rotulus, y el contrarotulus. Este último término en francés se conoció como contrerôlle y, eventualmente, se transformó en contrôle, es decir, inspeccionar, controlar o vigilar.
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Características.
El autocontrol es una muy compleja habilidad que tiene como característica esencial el uso de la fuerza de voluntad, es decir, hay un dominio esencialmente voluntario del propio impulso, ya sea una reacción, una tentación, las emociones o la toma de una decisión.
Esta inhibición o regulación de nuestra respuesta hacia algo es una práctica que permite un mayor control de nuestras emociones, para poder conocerlas, poco a poco comenzar a entender qué las origina y aprender a gestionarlas con prudencia.
Por este motivo, hay una gran autoconciencia de nosotros mismos, siempre y cuando podamos llegar a una reflexión sobre eso que nos ocurre para analizar nuestro enfoque y nuestros hábitos saludables emocionales, con nosotros y con los demás.
Es importante que el autocontrol sea una herramienta para aprender a conocer nuestras emociones y nuestro mundo interno, y no una forma de enfrentarnos a diferentes situaciones.
Un autocontrol excesivo, donde hay un frecuente control de qué sentimos y de cómo reaccionamos, a largo plazo puede generar diferentes inconvenientes en nuestro universo emocional y psicológico. Esto se agrava más aún si aprendemos a hacerlo desde muy pequeños y lo incorporamos como una forma de relacionarnos con los demás.
Una autovigilancia constante impide que podamos tener una expresión emocional sana, necesaria para nuestro desarrollo. Es común que la manifestación de aquello que angustia, molesta o irrita provoque una reacción negativa de los otros, pero es fundamental aprender a reconocer en qué espacios, con quién y cómo podemos manifestarnos.
Componentes.
Uno de los componentes relevantes del autocontrol es la voluntad. Originaria del verbo volo (querer, desear), la voluntad o fuerza de voluntad supone la posibilidad de elegir o de tomar una decisión, fundamentalmente cuando nos encontramos frente a distintas alternativas.
Al conocernos a nosotros mismos, escogemos la opción que mejor se adapta a nuestra situación particular, pero también con la mente en futuros objetivos, lo que presupone que esta fuerza de voluntad está directamente ligada con el cumplimiento de metas.
Al tener metas más o menos definidas, que delineen un proyecto que tengamos, sabemos adaptar nuestras acciones y prácticas hacia ellas.
Otro elemento que forma parte del autocontrol es la inteligencia emocional, es decir, la gestión y regulación de emociones. Para poder aprender a desarrollarla, es importante la autoobservación y la reflexión sobre aquello que sentimos. Nos enseña a poder identificarlas, a reconocer el proceso que nos lleva hasta ellas y a poder tener más enfoque en cómo alcanzar el equilibrio entre lo que sentimos y cómo lo manifestamos.
Beneficios.
El impacto positivo que el autocontrol tiene sobre nuestra salud mental puede describirse en diferentes puntos:
- Nos permite organizarnos: en nuestros pensamientos, en nuestros objetivos, en cómo llevar adelante nuestras metas personales.
- Podemos, gracias a él, darle valor a nuestros objetivos antes que a nuestras emociones y/o deseos, ya que las reconocemos, pero no interfieren sobre nuestro plan.
- Actuamos con mayor responsabilidad por el hecho de que ejercemos una toma de decisiones mucho más consciente, con mucha más autorregulación y determinación.
- Fortalecemos nuestra templanza, es decir, nuestra capacidad de tener perspectiva calma y tranquila sobre un asunto. Esto, al forzarnos a poner nuestra atención en aquello que tenemos al frente, nos da mayor claridad.
Además de este beneficio para nosotros mismos, nos ayuda a tener un mejor vínculo con las personas a nuestro alrededor. Frente a un conflicto, por ejemplo, podemos tomarnos un momento para poder tener una escucha activa hacia lo que sucede, y establecer una comunicación no violenta, guiada por una reacción atravesada por la racionalidad y la prudencia.
Desafíos.
La práctica del autocontrol es una que se construye a largo plazo, de forma constante e incesante frente a las diferentes situaciones que podemos atravesar.
En este sentido, trabajar sobre él nos ayuda a adquirir herramientas que pueden ser útiles en diferentes ámbitos.
En principio, uno de los obstáculos más comunes son las distracciones de nuestro objetivo. Aquí podemos incluir la procrastinación y la mala gestión del tiempo como elementos que, con reflexión y trabajo, pueden sortearse poco a poco
Como otros hábitos, potenciar nuestro uso del tiempo implica revisar algunas prácticas y posibles motivos detrás de nuestra gestión de nuestro tiempo:
- Determinar horarios cada día que sean posibles cumplir, y considerar, también, instancias de descanso y relajación;
- Planificar nuestros objetivos en tareas, lo que ayuda a que nuestra mente perciba, además de una meta a largo plazo, cuáles son los pequeños pasos que podemos dar y que nos encaminen hacia ello.
- Contemplar posibles eventualidades que nos hagan salir de nuestra planificación: esta anticipación puede ayudar a mejorar nuestra gestión del estrés, de la frustración y de que podamos lidiar emocionalmente sin autocastigarnos.
A propósito de este último punto, conocer cómo enfocarnos en la gestión del estrés y la presión (propia o ajena) nos brinda mayor autoentendimiento y fortalece nuestro autocuidado. Nos permite tener empatía por nuestros propios procesos de aprendizaje, de entender que podemos tropezar y empezar de nuevo y que podemos ser amables con nosotros mismos.
Técnicas.
Existen múltiples maneras de trabajar en nuestro autocontrol, que van a depender de con qué técnicas y herramientas nos encontremos con mayor comodidad.
Por una parte, podemos practicar la meditación o el mindfulness (atención plena), para enfocarnos en nuestra paz interior, aunque sean unos pocos minutos al día. Así, no solo reflexionamos sobre nosotros mismos, sino que podemos valorar qué pequeñas o grandes acciones realizamos, a felicitarnos y a despejar nuestra mente.
También, en la práctica diaria, podemos crear algunas rutinas que nos organicen: tratar de tener horarios de descanso, con una rutina saludable de sueño, procurar alimentarnos con conciencia y con aquello que nos haga bien al cuerpo y planificar a corto plazo, por ejemplo, para cumplir tareas en el lapso de una semana.
Poco a poco, podemos aprender a extender esta planificación, a compartimentar tareas esenciales de aquellas menos importantes y a priorizarlas.
Finalmente, el acompañamiento profesional siempre constituye una opción útil para quienes necesiten una guía o adquirir herramientas. De este modo, y paulatinamente, aprendemos a gestionar nuestro tiempo, nuestras metas, y fortalecemos nuestra autoestima.
Citar este artículo
Fernández, A. M. (21 de noviembre de 2023). Definición de autocontrol. Características, beneficios y técnicas. Definicion.com. https://definicion.com/autocontrol/