Existen hitos, quiebres, momentos en la historia de la humanidad, que han marcado un antes y un después, han ampliado horizontes y han transformado por completo la vida tal como se la comprendía hasta el momento. La revolución industrial es uno de ellos.

La expresión engloba una serie de sucesos, descubrimientos y avances tecnológicos que fueron originados en Inglaterra y enmarcados en un período histórico que va desde el año 1760 hasta 1840. Estos acontecimientos dieron lugar a fuertes transformaciones en todos los ámbitos de la vida humana: económicos, sociales y culturales.

Si descomponemos el término en sus dos partes y lo analizamos desde el punto de vista etimológico, vemos que la palabra industrial proviene del latín industrialis, que incluye el prefijo indu– («en el interior») y la raíz léxica struo («construir», «fabricar», «organizar»). De allí se desprende la asociación actual de lo industrial con las actividades realizadas para obtener y transformar materias primas o elementos naturales en bienes de consumo.

Por su parte, el origen del vocablo revolución también lo hallamos en el latín, en la palabra revolutio, que alude a la acción y al efecto de revolver, de dar vuelta completamente, de originar un cambio drástico. Con frecuencia, se emplea el término en alusión a alteraciones extremas que suceden en el seno de sociedades, regiones, instituciones e incluso en todo el planeta, marcando hitos y propiciando transiciones a nuevos modos de vivir y de comprender el mundo que nos rodea.

En este sentido, la revolución industrial se considera una revolución de tipo socioeconómico, que ha causado profundas transformaciones capaces de atravesar toda la vida humana. Desde mediados del siglo XVIII, se sucedieron diversos avances tecnológicos que fueron impulsando modificaciones en el modo de viajar, de trabajar, de producir y de vivir en general. Así, se produjo una transición desde la actividad económica artesanal y agraria que predominaba hasta el momento, a un modelo económico de carácter industrial. Este modelo trajo consigo importantes novedades como la mecanización, la producción en serie, el desarrollo de nuevas fuentes de energía, la proliferación de las fábricas y la actualización de los medios de transporte, entre otras.

El impulso a la economía y la tecnología de la época tuvo un fuerte impacto en los hábitos y en el estilo de vida de las personas. Las distancias se acortaban gracias a la locomotora y los barcos a vapor. Los puestos laborales proliferaban en las ciudades, atrayendo a miles de trabajadores, y generando un éxodo rural, una mudanza masiva desde el campo a la ciudad. La productividad iba en aumento, así como la renta per cápita y el consumo.

Como dijimos, este proceso rupturista nació en Inglaterra, y no por casualidad. Este país contaba con las características geográficas y económicas adecuadas: el hecho de tratarse de una isla facilitaba el comercio exterior al contar con el nuevo barco a vapor. A su vez, que en su territorio se encontraran disponibles materias primas como el carbón y el hierro, fue muy beneficioso a la hora de fabricar las nuevas máquinas y sistemas de energía hidráulica y a vapor.

A un ritmo más lento y gradual, según cada país, este fenómeno se propagó durante el siglo XIX, por otras naciones europeas, así como por Estados Unidos y Japón. Aunque han pasado siglos desde entonces, este proceso no se ha generalizado en todo el mundo. Son numerosos los países que continúan hoy «en vías de desarrollo«, que presentan características preindustriales o que no han logrado industrializarse del todo.

Máquina a vapor, impulsora de la revolcuión industrial.
La máquina de vapor, inventada por el escocés James Watt, fue la impulsora de la revolución industrial.

Principales inventos de la revolución industrial.

  • Máquina de vapor (1769): Este invento, del mecánico escocés James Watt fue el que dio inicio a la revolución industrial. Su combustible era el carbón, mineral que abundaba en Gran Bretaña. Hasta entonces, la energía utilizada para hacer movilizar los engranajes de las máquinas era a partir de molinos de agua, por lo que las fábricas se ubicaban estratégicamente cerca de los ríos de fuerte caudal, generalmente alejadas de los centros de consumo. Con el nuevo invento de Watt, las fábricas podían posicionarse en las grandes ciudades y aumentar su productividad gracias a las nuevas maquinarias.
  • Barco de vapor (1787): Gracias al invento anterior, los barcos dejaron de depender de las corrientes y los vientos, puesto que ahora eran propulsados por motores a base de vapor.
  • Ferrocarril (1814): James Watt fue el primero en patentar la locomotora a vapor, proyecto que fue continuado y perfeccionado por otros ingenieros, entre los cuales se destaca George Stephenson. Este medio de transporte permitía transportar grandes cantidades de productos y toneladas de carbón, como nunca antes (hasta el momento se recurría a animales de carga). El transporte de personas comenzó una década más tarde.
  • Máquina de hilar (1767): La producción textil tuvo un impulso sin precedentes gracias a este invento. En este sentido, la actividad manual y artesanal fue reemplazada por máquinas hiladoras que trabajaban de forma mecanizada y, más tarde, automatizada, las cuales maximizaban la producción.
Ferrocarril, máquina a vapor como medio de locomoción.
La utilización de la máquina de vapor como medio de locomoción dio lugar al ferrocarril, que permitía transportar grandes magnitudes de carga como nunca antes.

Cuatro revoluciones industriales.

Queda claro que esta revolución industrial fue clave en nuestra historia y, hasta aquel momento, solo podía equipararse a la rotundidad de los cambios ocurridos durante el período Neolítico, etapa de la Prehistoria en que, entre otras cuestiones, se adoptó por primera vez la agricultura y la ganadería, se confeccionaron herramientas más elaboradas y surgió el sedentarismo. Sin embargo, a lo largo de la historia se han sucedido diversas revoluciones de esta índole, marcando nuevos hitos y transformaciones. Hasta la actualidad, se habla de cuatro revoluciones industriales, cada una propiciada por distintas tecnologías.

  • Primera revolución industrial (mediados del siglo XVIII a mediados del XIX): Es la que nos ocupa en este apartado. Los factores principales que la impulsaron fueron la introducción de la mecanización y el desarrollo de fuentes de energía hidráulica y de vapor.
  • Segunda revolución industrial (mediados del siglo XIX a comienzos del XX): En este caso, los principales acontecimientos tienen lugar en otros países europeos (Francia, Bélgica y Alemania), así como en Japón y en Estados Unidos. Los avances tecnológicos están vinculados a nuevas formas de energía, tales como el petróleo y la electricidad. En términos de producción, se introduce la línea de montaje y se posibilita la masificación. Los medios de transporte (ferrocarril y barco a vapor) continuaron creciendo y modernizándose. Asimismo, en esta época se inventa el telégrafo, seguido por el teléfono y, más tarde, el cine.
  • Tercera revolución industrial (fines del siglo XX): De la mano de la informática y las llamadas tecnologías de la información, se abre un período de progreso en el ámbito de las comunicaciones. La aparición de Internet es, sin duda, un punto de inflexión en la historia de la humanidad.
  • Cuarta revolución industrial (siglo XXI): Se dice que estamos viviendo esta revolución en la actualidad. El elemento fundamental es la digitalización, que ha dado lugar a sistemas inteligentes, con autonomía, interconexión, inteligencia artificial, robótica, realidad virtual, etc.


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Lehrer, L. (8 de abril de 2022). Definición de revolución industrial. Su origen, características, principales inventos y las cuatro revoluciones industriales. Definicion.com. https://definicion.com/revolucion-industrial/