El nominalismo es una postura filosófica que niega la existencia de los universales como entidades ontológicas y los considera sólo a nivel lingüístico como nombres, términos o palabras, que designan grupos de cosas pero no son cosas en sí mismas. Frente al realismo, que postula que los conceptos universales tienen una existencia separada de los entes particulares, el nominalismo afirma que en la realidad sólo existen los individuos particulares, mientras que los universales son sólo generalizaciones para agrupar una cantidad de particulares. Por ejemplo: el universal «hombre» es un término que agrupa a un conjunto de muchos hombres, pero el «hombre universal» no existe por sí mismo, sino que sólo existen los hombres particulares, es decir, los individuos.
A diferencia del nominalismo, el realismo afirma la existencia ontológica de los universales, separados de los particulares a los que representa. El universal tiene la propiedad de ser inmanente a los objetos particulares y, a la vez, trascendente ya que existe a través de ellos y por fuera de ellos, en una «esfera universal». En contraposición, el nominalismo niega tanto la inmanencia como la trascendencia ontológica de los universales y los postula en un nivel semántico, sólo en términos lingüísticos.
En una tercera vía, se encuentra el conceptualismo como una postura intermedia entre nominalismo y realismo, la cual establece que los universales no tienen una existencia real en el mundo, pero sí existen como entidades abstractas en la mente, los cuales implican algo más que sólo términos lingüísticos. El conceptualismo puede ser considerado como un nominalismo intermedio o moderado, ya que niega la existencia objetiva de los universales pero no su existencia mental o conceptual.
Existen dos tipos básicos de nominalismo: el nominalismo que niega la existencia de los universales como formas abstractas de los particulares, y el nominalismo que niega concretamente la existencia de cualquier «entidad abstracta». En el primer caso, el nominalismo se limita a negar los conceptos generales como entidades ontológicas, pero no niega cualquier entidad abstracta, por ejemplo: el conceptualismo considera que los números son objetos abstractos existentes en la mente. Por el contrario, la segunda versión del nominalismo niega la existencia de toda entidad abstracta, tanto en la realidad como en la mente, por ende niega también la existencia de los números y de cualquier otra abstracción que no forme parte del espacio y el tiempo.
Históricamente, el nominalismo surge durante la filosofía medieval a raíz de uno de los debates metafísicos más controvertidos de la escolástica: el llamado problema de los universales, que comenzó con la polémica acerca de si los conceptos universales podrían ser considerados «entidades reales», es decir, existentes en la realidad o, por el contrario, sólo tienen el carácter de términos lingüísticos, sin existencia ontológica o mental. Roscelino de Compiègne, Pedro Abelardo y Guillermo de Ockham fueron los principales desarrolladores del nominalismo medieval.
El problema de los universales tiene implicaciones en lógica, semántica, metafísica y ontología, y representa una de las problemáticas filosóficas más importantes del período medieval, la cual tiene su origen ya en los albores de la filosofía antigua, con el esencialismo o universalismo de las Ideas de Platón, y continúa vigente hoy en día como un problema fundamental de la epistemología, la filosofía del lenguaje, y la filosofía de la mente.
Etimológicamente, la palabra nominalismo es originaria del latín «nomen» (nombre), y hace referencia a la postura que considera que los conceptos universales y generales son sólo nombres de las entidades particulares o individuales. Por esta razón, el nominalismo también es llamado particularismo, en contraposición al universalismo de las entidades abstractas.
Índice de temas
¿Qué son los universales?.
Los universales son aquellas abstracciones generales de los objetos particulares que representan, agrupan y sintetizan un conjunto de características o cualidades comunes que comparten dichos objetos. Por ejemplo, la «humanidad», la «belleza», la «justicia», el «blanco» o el «negro», etc. De manera que, llamamos universales a aquellos términos que nos hablan de una generalidad: del conjunto de muchos humanos, extraemos el universal «humanidad», de la percepción estética de las cosas, extraemos la noción de «belleza», de las diversas manifestaciones y matices del color, extraemos la generalización de cada uno de los colores (rojo, verde, amarillo, etc.).
Ahora bien ¿Por qué existe un problema con los universales? El principal problema radica en cuán universalizables son estas categorías (belleza, justicia, color) y si estas universalizaciones tienen una «existencia propia» anterior a los objetos o, por el contrario, los universales surgen post res, es decir, posteriormente a las cosas existentes. A raíz de este problema fundamental, se erigen posturas a favor de la existencia de los universales (realismo), y en contra (nominalismo).
Nominalismo vs realismo.
Breve historia del problema.
El debate acerca de la existencia o inexistencia de los conceptos abstractos y universales hunde sus raíces en el origen de la filosofía antigua, cuando Platón, en sus diálogos, se pregunta acerca de cómo fundamentar y explicar el mundo sensible, compuesto de entidades individuales y particulares. Platón fue el principal exponente del realismo y postuló la existencia de «otro mundo»: el Mundo de las Ideas, en el cual existen entidades abstractas, las cuales son perfectas y universales. Platón explicó que las entidades concretas y particulares del mundo sensible existen debido a la existencia de las Ideas universales, las cuales son trascendentes al mundo sensible pero, a su vez, son la causa metafísica y ontológica de su existencia. Así, el realismo platónico postuló que existe una Idea universal de «Belleza», de «Justicia», del «Bien», etc., que representan la perfección y la realidad última de cada manifestación particular de lo bello, lo justo o lo bueno, etc.
En respuesta al realismo extremo de Platón, se erigió, en primer lugar, el relativismo y escepticismo de los sofistas, quienes postularon la inexistencia de cualquier entidad abstracta a partir de una negación del realismo a nivel ontológico, pero también epistemológico y lingüístico.
Posteriormente, Aristóteles desarrolló su propia postura respecto del problema, cuestionó el realismo extremo de las Ideas platónicas, postulando que no es necesario pensar en «otro mundo» para explicar el mundo sensible, pero sí conservó la idea de los universales, a los que postuló como entidades abstractas inmanentes a la realidad: las Formas. Aristóteles rechaza la teoría de la trascendencia platónica, y explica que los universales son las Formas inmanentes que sustentan ontológicamente a los seres particulares. En su obra Metafísica, Aristóteles problematizó acerca de la existencia de entidades universales, y estableció que el mundo se compone de sustancias particulares, es decir, individuos, de los cuales podemos extraer su especie, como forma causal de la existencia de cada uno de los particulares. No obstante, las formas abstractas de Aristóteles no existen separadamente de las entidades particulares, ya que no son trascendentes, sino inmanentes a los individuos. De esta manera, Aristóteles opta por un realismo moderado, en el cual las «esencias» o «sustancias» formales son causa de los particulares, pero no son trascendentes a ellos, y por ende, no tienen una existencia propia separada del mundo sensible y particular.
Nominalismo medieval.
El problema de los universales.
El nominalismo surge durante la filosofía medieval, en el marco de los debates acerca del problema de los universales, una cuestión esencialmente metafísica, que luego se convirtió en un problema gnoseológico y lingüístico que marcaría un antes y un después en la configuración del pensamiento medieval. El contexto histórico y filosófico en el que surge el nominalismo se da en el marco de la tradición metafísica medieval, basada en un sistema platónico-aristotélico-tomista, que conjugaba el idealismo platónico y el realismo aristotélico de los universales, adaptados a una versión propia de la metafísica dogmática del cristianismo, cuyo principal sintetizador fue Tomás de Aquino. En este contexto, el nominalismo surge como una postura crítica de las bases de este modelo, en un momento de escolástica tardía, en el cual, los postulados clásicos de la metafísica tradicional comenzaban a manifestar sus primeras señales de cambio epistemológico y conceptual.
La negación de las esencias o sustancias llevó a rechazar todas aquellas demostraciones metafísicas respecto de la existencia de Dios, los ángeles y las entidades no corpóreas, basadas en conceptos universales trascendentes. En este sentido, el nominalismo significó un avance de las posturas escépticas respecto de la metafísica, lo cual impactó fuertemente en los cimientos de la propia fundamentación de la teología cristiana.
Además, el problema de los universales no sólo se limitó a una cuestión filosófica y metafísica, sino que tuvo implicaciones en las propias raíces de la doctrina religiosa de la Iglesia Católica. Por ejemplo, en relación a conceptos fundamentales como la idea del «hombre universal» o «humanidad», en caso de ser aceptado el nominalismo, no existiría tal noción de «humanidad» y por ende, la doctrina del pecado original quedaría rechazada, ya que según esta teoría fundamental de la Iglesia, toda la «humanidad» (entendida universalmente) está afectada por el pecado original cometido por Adán y Eva, lo que llevaría a un cuestionamiento de la propia antropología cristiana.
De modo que, el problema de los universales estableció un quiebre en la tradición religiosa y filosófica de la escolástica medieval, a partir de la cual comenzaría un largo proceso de secularización del pensamiento y rechazo de la metafísica dogmática tradicional, que comenzó con estas primeras aproximaciones críticas del nominalismo a la ontología y metafísica tradicional. A raíz de esta cuestión, surgen los primeros desarrollos del nominalismo como una postura divergente y crítica del realismo metafísico.
Se atribuye a Roscelino de Compiègne la primera manifestación del nominalismo. Sin embargo, pocos datos se tienen sobre él y su postura. Se sabe que fue condenado por sostener un «pensamiento herético», a raíz de una carta que llega a manos de Anselmo de Canterbury, en donde se acusa a Roscelino de difundir una «doctrina herética» que postula una versión apócrifa de la Trinidad. Por esta acusación, Roscelino fue condenado por triteísmo y ejecutado en el concilio de Soissons, en el año 1091. Roscelino fue maestro de Pedro Abelardo, quién se convertiría luego en uno de los máximos desarrolladores del nominalismo en la polémica de los universales.
El conceptualismo de Pedro Abelardo.
Pedro Abelardo fue un filósofo, poeta, maestro y retórico de la escolástica medieval, quién se destacó por sus importantes aportes al nominalismo en el marco de los debates acerca del problema de los universales. Abelardo desarrolló la postura nominalista de su maestro Roscelino y realizó grandes aportes en materia de lógica, retórica y filosofía de la argumentación. Postuló el nominalismo a partir de la idea de que en la realidad sólo existen entidades particulares y que los universales son ideas abstractas en la mente, las cuales no tienen una existencia ontológica propia. Sin embargo, Abelardo fue crítico con otros nominalistas extremos, y estableció un conceptualismo, en el cual los universales no son reales a nivel objetivo, pero sí existen como representación en la mente del sujeto, que representan una abstracción de las características comunes de los individuos particulares. A diferencia del nominalismo extremo, Abelardo reconoce que los universales guardan propiedades generales que representan a un conjunto de individuos concretos, y que estas representaciones son fundamentales para el entendimiento humano. Según Abelardo, los universales son categorías lógicas y lingüísticas que sirven como medio de conocimiento entre el intelecto humano y el mundo sensible.
La navaja de Ockham.
Se considera a Guillermo de Ockham el representante más importante del nominalismo. A través de su famoso método llamado «la navaja», el cual consiste en realizar la menor cantidad de suposiciones abstractas a la hora de explicar determinado concepto o fenómeno, Ockham desarrolló los principales argumentos del nominalismo. En primer lugar, el nominalismo de Ockham niega la existencia de universales fuera de la mente, y argumenta que considerar a los universales como entidades existentes, sería incurrir en una contradicción con el propio concepto de «universal», ya que, al existir, el universal se convertiría en una entidad determinada y particular. Así, mediante el método de la navaja, Ockham estableció la eliminación de ciertos conceptos propios del realismo:
- No es necesario fundamentar el principio de individuación o particularización, es decir, de cómo una esencia o universal se convierte en un individuo particular.
- Elimina la distinción metafísica entre esencia y existencia, sustancia y accidentes, materia y forma, propias del realismo de los universales.
- No es necesario el extenso proceso de conocimiento que parte del particular hasta alcanzar las «ideas universales».
- Se eliminan los conceptos universales para explicar la existencia de Dios, ya que, según Ockham, estos sólo limitan el concepto de omnipotencia divina.
La intención principal del método de Ockham es la simplificación, la cual aplicó para resolver el problema de los universales y establecer un nominalismo conceptualista. Ockham elimina la mayoría de las problemáticas y complejidades del realismo, a partir de su principio de «no multiplicar los entes si no es necesario».
Nominalismo en la filosofía moderna y contemporánea.
El debate acerca de los universales y el surgimiento del nominalismo como postura divergente del realismo clásico, sirvieron de base para el posterior desarrollo de los debates acerca del conocimiento metafísico en la Modernidad. Los debates entre racionalismo y empirismo tuvieron al problema de los universales entre sus principales disputas, en las cuales, el racionalismo cartesiano optó por un realismo metafísico de las ideas universales, mientras que autores como John Locke y David Hume desarrollaron el empirismo y se mostraron críticos con la posición racionalista.
Durante la filosofía contemporánea, el surgimiento de la filosofía del lenguaje como paradigma representativo del pensamiento contemporáneo, renovó el interés por las posturas nominalistas, sobre todo en las corrientes logicistas y positivistas como en los análisis del lenguaje de Gottlob Frege, la filosofía analítica de Bertrand Russell, y el positivismo lógico de Ludwig Wittgenstein y el Círculo de Viena, los cuales problematizaron las ideas nominalistas en un marco de análisis lógico y teorías del lenguaje.
En el marco de la filosofía de la ciencia y la filosofía matemática son importantes los aportes al nominalismo realizados por autores como Nelson Goodman, W.V.O. Quine o Stanislaw Lesniewsky, quienes intentaron renovar las posturas nominalistas en relación a problemas ulteriores como la fundamentación de la matemática y la posibilidad de desarrollar una mereología científica.
Tipos de nominalismo.
Existen diferentes tipos de nominalismo según el nivel y gradualidad en la que se apliquen sus posturas, las cuales pueden dar con un nominalismo extremo, moderado o una postura casi realista. A continuación, expondremos brevemente los tipos de nominalismo:
Nominalismo de propiedades.
Se llama nominalismo de propiedades a aquellos tipos de nominalismo estricto que explican la naturaleza de los universales a partir de sus propiedades, distinguiendo tres tipos de hechos en los cuales intervienen los conceptos universales:
- El primer tipo corresponde a los hechos de ejemplificación, los cuales consisten en explicar que un individuo particular posee (o ejemplifica) determinada propiedad general, por ejemplo una manzana tiene la propiedad de ser roja; un árbol, de poseer raíces; un pájaro, de volar.
- Los hechos de identidad de tipos consisten en que dos o más particulares presentan una cualidad en común, mostrando así un tipo o clase. Por ejemplo: dos manzanas tienen en común la propiedad de ser rojas (manzanas rojas); dos personas, de tener elevada estatura (altos); dos árboles, de tener el mismo tipo de hoja (perennes).
- Los hechos de semejanza consisten establecer una semejanza o similitud entre dos o más particulares. Por ejemplo: dos manzanas pueden asemejarse en su color; dos personas, en su carácter; dos árboles, en sus raíces.
De estos tres tipos de hechos, los cuales se implican mutuamente, se desprenden las diversas teorías nominalistas, las cuales, a su vez, se dividen en dos grupos: las teorías subjetivistas y las teorías objetivistas:
Nominalismo subjetivista.
Las teorías subjetivistas se llaman así debido a que establecen que las propiedades o hechos de ejemplificación se dan a partir de categorías pertenecientes al sujeto, es decir, el lenguaje o el pensamiento. En el caso del lenguaje, el nominalismo es de predicados, y cuando la relación de propiedad se establece mediante el pensamiento, se llama nominalismo de conceptos. A continuación, explicaremos cada uno:
- Nominalismo de predicados: Explica los hechos y las propiedades a partir de que determinada generalización se da en el nivel de la predicación, es decir, lo que determinados individuos tienen en común es el hecho de que «se dice» o «se predica» la misma propiedad respecto de ellos. De modo que, el nominalismo de predicados desplaza la idea objetiva de «propiedad» y la establece en el nivel de las proposiciones, oraciones y enunciados. Así, la «propiedad» no radica en los objetos sino en los predicados.
- Nominalismo de conceptos: También llamado conceptualismo, explica los hechos o propiedades generales de manera gnoseológica, señalando que determinada propiedad común se da en el nivel del pensamiento, es decir, en los conceptos. Así, las propiedades comunes son concebidas como existencias mentales, abstracciones propias del entendimiento humano.
Nominalismo objetivista.
El nominalismo objetivista se llama así debido a que hace depender las propiedades o los hechos, no a partir de categorías subjetivas como el lenguaje y el pensamiento, sino a partir de características que presentan los objetos, las cuales manifiestan cierta particularidad en común:
- Nominalismo mereológico: Consiste en establecer que el hecho o la propiedad común se debe a que el objeto forma parte del agregado de todos los individuos que tienen dicha propiedad.
- Nominalismo de clases: Consiste en explicar que tener una determinada propiedad común se debe a que los individuos que presentan tal propiedad, pertenecen a la clase de todos los objetos que la comparten. En este sentido, la manzana es «roja» porque pertenece a la clase de todas las «cosas rojas».
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Aci, E. M. (31 de octubre de 2023). Definición de nominalismo. Características, ideas principales, historia. Definicion.com. https://definicion.com/nominalismo/