El concepto de deconstrucción alude a la acción y el efecto de deconstruir, es decir, de deshacer, en sentido analítico, una idea, concepción o creencia para dar lugar a una nueva y distinta.
El origen del término se remonta a la década de 1970, de la mano del filósofo Jacques Derrida, en referencia a una teoría de análisis textual sobre las estructuras de los discursos y el vínculo entre el texto y el significado. Este intelectual forma parte de un movimiento filosófico interesado en desmantelar el discurso del poder hegemónico en el pensamiento occidental. Derrida propone volver a leer los textos, descomponerlos, desarmar su estructura, analizarlos y develar lo que permanece en las sombras, detrás de la voz imperante. El objetivo es dar pie a la heterogeneidad, traer a la luz aquello que, históricamente, se ha mantenido oculto y demostrar que existe una multiplicidad de lecturas posibles.
Este proceso implica cuestionar lo establecido y contradecir el sentido unívoco de las cosas. No se aplica únicamente a los textos literarios, sino a diversas cuestiones que pueden ser entendidas como un texto, la cultura, la política o, incluso, el cuerpo. En todos estos casos hay algo escondido, reprimido e invisibilizado por los procesos históricos y culturales. De ahí que los discursos y construcciones intelectuales deban ser desmontados para comprender cómo han sido formados, para analizarlos en profundidad y poner en evidencia las contradicciones, las fallas y la ambigüedad que contienen.
En los últimos tiempos, el concepto de deconstrucción ha sido adoptado por el feminismo y ha sido aplicado a las cuestiones de género. En este sentido, la filósofa Judith Butler se ha valido del término para dar cuenta del carácter artificial del género. Para ella, el género es performativo, un fenómeno culturalmente construido que se produce y reproduce todo el tiempo. Según su visión, la deconstrucción implica desplazar las categorías hegemónicas, desnaturalizar los fundamentos morales y culturales del patriarcado y construir nuevos conceptos.
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La teoría de la deconstrucción.
En el ámbito de la filosofía y la teoría social, el concepto de deconstrucción forma parte del postestructuralismo, movimiento intelectual posterior al estructuralismo que reúne el pensamiento de filósofos y teóricos en Europa -principalmente en Francia-, a mediados de 1960. Entre los referentes postestructuralistas podemos mencionar, además del ya nombrado Jacques Derrida, a Roland Barthes, Michel Foucault, Gilles Deuleuze y, posteriormente, a la citada Judith Bulter.
En realidad el primero en hablar de deconstrucción (originalmente destruktion, en alemán) es el filósofo Martin Heidegger, en su destacada obra Ser y tiempo, donde el concepto se aplica con relación al estudio del método implícito. Aunque, sin duda, es Derrida quien, más tarde, sistematiza el empleo del término, teoriza al respecto y lo difunde ampliamente.
A grandes rasgos, Derrida realiza una crítica a la totalidad del pensamiento filosófico occidental por haber propiciado la hegemonía de la denominada metafísica de la presencia, que supone un acceso al significado de modo inmediato. En este sentido, la deconstrucción es propuesta como una estrategia para descomponer la metafísica occidental. A diferencia de las ideas platónicas acerca de las esencias o formas verdaderas -las cuales, según Platón, son prioritarias a las apariencias-, el enfoque de deconstrucción planteado por Derrida sostiene que es en la apariencia donde se halla la esencia y que no es posible distinguir entre una y otra.
Según esta visión, no se trata de establecer juicios morales, sino de revelar la manera en que se crean los conceptos, las creencias, las prácticas y las ideas. Podemos decir que la deconstrucción se caracteriza por el dinamismo, la búsqueda de transformación y de visibilización de lo invisible que ha sido anulado por las categorías imperantes. Gracias a la deconstrucción, lo ausente se hace presente, se materializa, se redescubre. Vemos que, desde esta perspectiva, no existen verdades absolutas, unívocas ni definitivas. La deconstrucción constituye, entonces, una herramienta de liberación y desarrollo del ser humano.
Con el tiempo, el concepto se volvió una corriente de pensamiento y un movimiento de transformación, que fue trasladándose desde la filosofía y la teoría literaria, a múltiples disciplinas, tales como la arquitectura, las artes, la música, la antropología, la psicología, la sociología, el derecho, la lingüística, el feminismo y los estudios de género, entre otras.
Deconstrucción y feminismo.
En la actualidad, casi inmediatamente se asocia el término deconstrucción con el discurso feminista y su lucha contra las desigualdades impuestas por la ideología sexual imperante, conocida como patriarcado.
En este contexto, se utiliza el concepto como herramienta que aporta cierta información y permite comprender, desnaturalizar y visibilizar los privilegios que históricamente han gozado los hombres por sobre las mujeres.
Así, la deconstrucción en este marco implica la toma de conciencia de la forma en la cual se han silenciado otras voces y que se han invisibilizado ciertas realidades o puntos de vista, así como la propia responsabilidad en la reproducción de las lógicas de opresión y la desigualdad. Pero también trae aparejada la acción, en consecuencia. Esto último es muy importante. De esta manera, la deconstrucción supone cuestionar los valores patriarcales que hemos aprendido, comprender cuál ha sido el proceso de formación de los mismos, descubrir su inconsistencia, su falsedad, y, por ende, desestimarlos para actuar de modo diferente desde la nueva conciencia adquirida.
Aunque muchas veces, en sentido coloquial, la noción se aplica a personas, en expresiones como «deberías deconstruirte«, lo que efectivamente se deconstruye son los conceptos, categorías y valores que inciden en la construcción de determinadas prácticas, en este caso, en relación con el género.
Deconstrucción en gastronomía.
En el ámbito de la gastronomía, la deconstrucción es una técnica vanguardista creada a finales del siglo XX. Tiene que ver con la descomposición de los sabores y la reconversión de los platos que asociamos a ellos. Si bien suelen mantenerse los ingredientes habituales, se busca generar propuestas novedosas, sobre todo, transformando las texturas de los alimentos, valiéndose de gelatinas, espumas, componentes crujientes, nitrógeno líquido y variaciones de temperatura para potenciar los sabores. La armonía juega un rol fundamental.
El referente principal de esta tendencia culinaria es el destacado e innovador chef español Ferran Adrià, quien asegura que la clave de la deconstrucción gastronómica está en la variación de las texturas: los alimentos varían físicamente, alteran su forma pero no su composición química, por lo que el sabor permanece.
En este marco, si nos encontramos frente a un plato de esta índole, es muy probable que, a simple vista, no podamos distinguir de qué se trata o lo confundamos con otra cosa. Sin embargo, cuando demos el primer bocado, nuestro paladar nos conectará con el sabor de un alimento conocido, aunque, claramente, reinventado, deconstruido.
Se dice que es una experiencia que incluye a todos los sentidos. Por ejemplo, se ha presentado la tradicional tortilla de papas a modo de trago de cóctel, a base de una espuma de dicho tubérculo combinado con crema de huevo y una conserva dulce de cebolla. A pesar de que la textura y la temperatura difieren de la receta original, el sabor, sorprendentemente, es el mismo.
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Lehrer, L. (30 de junio de 2022). Definición de deconstrucción. Su origen y aplicación en la filosofía, las cuestiones de género y la gastronomía. Definicion.com. https://definicion.com/deconstruccion/