Se emplea la palabra texto para hacer referencia a un conjunto ordenado de signos que provienen de un lenguaje determinado y se configuran de un modo específico a fin de comunicar un mensaje.
Si nos acercamos al término desde el estudio de su etimología, lo primero que llama la atención es que hay otros idiomas que cuentan con vocablos muy similares, como podrían ser el text, que se utiliza en el alemán y el inglés, el texte del francés o el testo, en el italiano. Todos ellos provienen del latín textus, que es un participio de texo, del verbo texere, y significa algo así como tejer, entrelazar o trenzar. De los contextos en los que textus era empleada se desprende la idea de “conjunto coherente de enunciados entrelazados”.
El factor de cohesión de todos estos elementos, en cada uno de sus planos, es un argumento. El argumento es la línea que atraviesa el texto, su norte. No importa qué tipo de texto se esté construyendo, si es de naturaleza explicativa, como un informe, un ensayo o una tesis; si es de índole narrativa, como un poema, un cuento o una novela, si es descriptivo, como una publicidad, la sinopsis de una película o un informe del clima; todos ellos tienen un argumento en función del cual los signos son organizados y que les asigna un sentido.
Otro aspecto a tener en cuenta pasa por el juego que se da en todo texto, entre lo dicho y lo no dicho, entre lo explícito y lo implícito. Del mismo modo que en la música el silencio resulta imprescindible, se da en los textos una interacción entre lo que la persona que emite un mensaje enuncia, y lo que calla, y la persona que recibe el mensaje interpreta, agrega, supone. Y esto sucede en todos los ámbitos: en las publicidades se juega con este principio para inducir a las personas a consumir, en los textos literarios se habla del “principio del iceberg”, según el cual lo que se muestra ha de ser solamente la punta de ese iceberg y el resto ha de quedar en manos del lector, o incluso en el periodismo se juega a partir de estos principios para inducir a la gente a orientar su pensamiento en una dirección determinada.
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Elementos de un texto.
Un texto está compuesto por signos, como pueden ser las letras de un alfabeto, por ejemplo, que se organizan dando lugar a palabras, que a su vez se entrelazan conformando oraciones, que se ordenan en párrafos y, en algunos casos, en capítulos, antes de conformar el texto en su totalidad. Por ende, los estudiosos de la lingüística hablan de diferentes planos, cada uno de los cuales contiene sus normas específicas, cuyo acatamiento resulta imprescindible para tejer el entramado que dará la posibilidad de acceder al siguiente plano.
Así, si una persona combina letras de un modo aleatorio, sin respetar las normativas de ese plano (por ejemplo: “antes de la letra P y la letra B siempre va la M, nunca la N”, “a continuación de la sílaba tur siempre va B, nunca V”, etc.) lo que surgirá de allí no serán palabras, no se habrá tejido el puente. Y si una persona agrupa palabras de un modo caprichoso, sin respetar las reglas de ese plano (por ejemplo: “El adverbio debe colocarse lo más cerca posible de la palabra que está modificando”, “La preposición siempre se coloca unida a su término y conforma con él una unidad sintáctica”, etc.) no logrará configurar oraciones.
Características de un texto.
Existen una serie de características que hacen al conjunto del texto y que han de estar presentes para que un escrito pueda ser denominado de ese modo. Entre las más destacadas se encuentran:
- Coherencia: Tiene relación con el norte que mencionamos como factor organizador de un texto, ya que éste ha de centrarse en una línea temática única. Cuando se habla de un tema único, esto no quiere decir que no se puedan traer otros elementos o hablar de muchas cosas, pero lo que sucede es que todo lo que se traiga estará envuelto en la atmósfera que ese único tema impone, y será abordado desde allí.
- Cohesión: Esta característica habla de las diferentes partes que componen el cuadro grande del texto, y de lo imprescindible es que estén organizadas de modo tal que guarden algún tipo de relación armónica entre sí. Si tomamos una copia de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, por ejemplo, que es una obra cerrada, compacta y precisa, y la descosemos y reorganizamos de modo tal que el orden de los capítulos se vea alterado, quedando el quince al principio, seguido por el sesenta y luego por el dos, y así sucesivamente, un lector al que entreguemos el libro no comprenderá gran cosa y juzgará, probablemente, muy pobre la obra de Cervantes. Y lo cierto es que ese libro contará exactamente con las mismas palabras que usó Cervantes, solo que sin cohesión.
- Adecuación: Para explicar esta característica suele trabajarse en función de un “lector ideal”. Se dice que un texto ha de estar conformado teniendo presente a un lector modelo, en función del cual se escoja el tono y el lenguaje a ser utilizado, y también que ha de brindársele a ese lector modelo toda la información que necesita para comprender el sentido del texto. En literatura, por ejemplo, se da la situación de escritores y escritoras que, en su afán de seguir el principio del iceberg, terminan por dejar solamente un poco de hielo en la superficie, suponiendo que los lectores y lectoras tienen la capacidad sobrenatural de interpretar el noventa y cinco por ciento de historia que han dejado sumergido. Terminan por volverse críticos, en lugar de sugerentes o misteriosos.
- Intención comunicativa: Se trata de una característica que tiene mucha injerencia en el ámbito del periodismo y en las escuelas de comunicación, y se asienta sobre la base de que todo mensaje debe estar destinado a alguien, y alcanzar con éxito esa intención comunicativa. A tal fin se enseñan una serie de herramientas o técnicas, que buscan que las personas comprendan lo que leen y que quieran seguir leyendo. Ejemplos de estas herramientas son el depurar los textos de todos los lugares comunes o giros verbales habituales, o el “principio de economía verbal”, según el cual si algo puede decirse con menos palabras sin alterar su sentido profundo, es mejor decirlo con menos palabras.
- Progresividad: Una de las claves de un texto pasa por el hecho de que la información se va revelando a la persona que lee de un modo gradual, progresivo. Esto responde a los principios establecidos en la psicología cognitiva, que hablan de la necesidad de una “zona de desarrollo próximo” en la cual necesitamos conocimientos previos para poder recibir los nuevos y asimilarlos de un modo organizado. Es, sin ir más lejos, lo que sucede en este artículo, en el que se proporciona una definición, luego se la enmarca en el origen etimológico, luego se plantean los elementos de un texto, y la persona que lee puede valerse de los conceptos que ha incorporado y, sumados a los que ya tenía, ir comprendiendo cada vez más.
- Situación comunicativa: Sea cual sea su intención y su destino, un texto parte de un aquí y ahora concreto, y éste ha de ser respetado. Esto es muy evidente en los textos literarios, pero en todo mensaje se sugiere enmarcar el texto, a fin de proporcionar un contexto base a partir del cual ha de ser considerado e interpretado.
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Lehrer, L. (31 de mayo de 2022). Definición de texto. Su origen, elementos y características. Definicion.com. https://definicion.com/texto/