La palabra Dios, del latín deus, será definida desde las religiones monoteístas como aquella entidad que ha creado todo lo existente en el universo.

A su vez, el vocablo en latín surge de uno en griego. Deus se relacionaba, para los antiguos griegos, con el dios Zeus. Para ellos, Zeus era el dios supremo no solo de toda la creación, sino también de todos los dioses.

Podemos remontarnos incluso mucho más atrás para descubrir el origen de este término y su etimología. Las similitudes no eran solo en latín y griego: en el siglo XVIII, se descubrió que el sánscrito compartía múltiples raíces léxicas con ambas lenguas. Esto hizo pensar en la hipótesis de que tenían un pasado en común: un grupo de lenguas denominadas indoeuropeas.

Lo fascinante de este hallazgo es que, a primera vista, el latín y el griego no presentan semejanzas lingüísticas con el sánscrito. Mucho menos comparten cultura, o religión. Sin embargo, entre la multiplicidad de vocablos en común, uno de ellos es Dios:

  • El latín tiene deus («dios», «deidad»)
  • El griego, Θεός (theos), «dios»
  • El indoeuropeo, dyeu-, que significaba luz divina o ser de luz.
Dios, luz divina
La definición más antigua de «Dios», en nuestra cultura occidental, nos ha llegado a través del indoeuropeo. En esta cultura, significaba «luz divina».

Esto permite comprender que un concepto como Dios no solo no está restringido a un pueblo ni a una religión (y, así, a una forma de concebirlo), sino que ha sido empleado en numerosas culturas.

Dios desde la filosofía.

Uno de los abordajes más comunes desde el ámbito de la filosofía tiene que ver con el problema en relación con la existencia de Dios.

Así, es posible clasificar el tipo de respuestas al respecto desde dos lugares:

  • el teísmo
  • el ateísmo

Se ha adelantado que en griego la palabra Θεός, Theos, era el equivalente de deus en latín (theos dio lugar a otros conceptos como teología, teogonía y ateo). De esta manera, teísmo aludirá a todo aquel sistema de creencias que afirma la existencia de un dios en tanto es el creador del mundo. Este pensamiento data de muchos siglos atrás (siglo XII a. C.), y se remonta a la antigua Grecia y a la creencia acerca de los dioses del Olimpo.

Por otra parte, el ateísmo niega la existencia de Dios, más allá de la religión específica sobre la cual se hable. El vocablo se compone del prefijo «a-« que significa «sin», y theos que significa Dios: «sin Dios».

Veamos a continuación la postura de tres grandes filósofos de la historia en relación a este planteo.

Aristóteles.

Si nos remontamos a la antigua Grecia, encontramos a Aristóteles (siglo IV a. C.). Su postura respecto a la existencia de Dios se relaciona con la idea de movimiento y de cambio (todo es movido por algo). No es, por ende, una visión vinculada estrictamente con lo religioso.

En una de sus obras, «Metafísica«, se refiere a Dios como el «primer motor inmóvil», «lo que se mueve sin ser movido»: el motor primario. ¿Qué significa esto? Que es la primera causa de todo movimiento en el universo y que, por lo tanto, no es movido por nada. Este concepto de la filosofía está conectado con la metafísica.

Aristóteles
La concepción aristotélica sobre Dios es desde la metafísica.

Descartes.

Por otra parte, más acá en el tiempo, encontramos la obra de René Descartes (1596-1650).

Su punto de vista en torno a la existencia de Dios surge a partir de un planteo ontológico. Distingue tres tipos de sustancias («sustancia», en Descartes, significa aquello que existe y que no requiere nada más que a sí misma para existir):

  • El alma: la res cogitans o sustancia pensante
  • La materia: res extensa o sustancia extensa
  • Dios: res infinita, la sustancia infinita

Tanto la res cogitans como la res extensa son sustancias finitas, a diferencia de la tercera. Descartes da un peso primordial a este concepto de «sustancia»: en este marco, lo que tendría realmente el valor de sustancia es la res infinita. Esto es porque se lo denomina causa sui, la «causa de sí mismo», algo que se genera dentro de sí.

En el caso de Dios, el filósofo lo consideraba una sustancia infinita e inmutable, eterna, que ha creado todo, si es que existe algo, como afirmaba. Las dos sustancias finitas a las que alude, también, son como son gracias a la intervención de lo divino, de la tercera sustancia. Dios sería, de este modo, aquello que contiene en sí toda la perfección.

Spinoza.

Finalmente, hacia el siglo XVII encontramos la obra de Baruch Spinoza (1632-1677). La concepción de Dios de este filósofo neerlandés se asemeja parcialmente a la de Descartes. Es una sustancia infinita, eterna, también causa sui. Consideraba que todo lo que hay existe y es por causa de Dios, y que sin él nada hay.

Si bien considera, además, que todo cuanto existe está interrelacionado, no cree en causas finales ni en predestinaciones. Así, su postura no sigue la idea del destino ni la de un plan divino: Dios es parte de la realidad, no es una sustancia ajeno a ella.

Concepción de Dios en diferentes religiones.

Cristianismo.

En el cristianismo (religión monoteísta), la representación o manifestación de Dios toma el nombre de la Santísima Trinidad. Sus tres componentes, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, conforman uno de los dogmas centrales para este credo.

Esta manifestación en tres personas divinas se denomina, asimismo, hipóstasis. Este término, del griego ὑπόστασις, hypóstasis, en teología alude a aquella sustancia que es diferente de la naturaleza (la physys) y de la sustancia en general. Así, las tres partes se unen en una, la Santísima Trinidad, pero conservan sus cualidades individuales.

Esto permite, entonces, entender que Dios es Padre, en tanto en cuanto todos somos hijos de él, y con otros cristianos nos une un lazo de hermandad. No es casual, por lo tanto, que a partir de estas definiciones se construya la idea de una «familia«. Esta permite fortalecer los valores de fraternidad, de comunidad, de unión y de amor al prójimo.

Por otra parte, si Dios es hijo, tal encarnación es Cristo. Él es, de acuerdo con esta creencia, la manifestación más concreta en la historia sobre lo divino.

En tercer lugar, tenemos a Dios como Espíritu Santo: esta tercera parte es la que, de acuerdo con el cristianismo, infunde la fe. Su valor reside en que, al vivir por el Espíritu Santo y en el Espíritu Santo, podemos discriminar entre aquello negativo de aquello positivo. Una persona será más espiritual en tanto en cuanto actúe de acuerdo con los preceptos cristianos, con los valores que esta religión pregona y que inspira a otros a actuar del mismo modo.

Judaísmo.

Otra de las denominadas religiones monoteístas (o abrahámicas, «que descienden de Abraham») es el judaísmo. En ella, Dios es un ente absoluto, un ser infinito y eterno, causa inicial y última de todo.

Judaísmo
El judaísmo, al igual que el cristianismo, considera a Dios como un ente eterno, omnipresente.

Un aspecto particular de este culto tiene que ver con los nombres que se le asignan a Dios. Así, y si bien no hay un consenso estricto al respecto, hay una palabra hebrea que, en su paso a nuestro alfabeto nos da las letras YHWH, o YHVH. Esto ha impulsado las denominaciones Yahveh, Yahweh o Yahvé.

Su significado se ha descifrado de múltiples formas. Los cuatro componentes conforman la idea de «ser», por lo que se ha interpretado de dos modos:

  • «Él, que es»
  • «Aquel que trae, a la existencia, el ser»

De acuerdo con su historia, este término proviene del tetragrámaton, noción que en el hebreo en particular alude al «nombre de Dios». Del griego τετραγραμματον, tetragrámmaton, tetra significa «cuatro»; gramma, «letra». Por ende, es «palabra de cuatro letras». Un aspecto sobre el cual no hay certeza absoluta es cómo se pronunciaba esta palabra (YHWH), ya que antiguamente no se decía el nombre de Dios en voz alta: solo lo podían hacer los sacerdotes.

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Fernández, A. M. (19 de abril de 2022). Definición de Dios. Etimología, significado e historia. Definicion.com. https://definicion.com/dios/