La palabra ego posee diversas acepciones, pero hay una de ellas, la que funciona como raíz del término egoísmo, que ha cobrado mucha popularidad en los tiempos recientes y le asigna una carga intensa. Asociada con frecuencia a sistemas religiosos tanto orientales como occidentales, este sentido del uso del vocablo se refiere de modo despectivo a una personalidad infatuada por sí misma. En este marco, la individualidad ha cruzado una barrera y ha pasado a exacerbarse, dando origen a una serie de desarreglos y complicaciones personales y en las interacciones con los demás.

Pero lo cierto es que éste no es el único uso que la noción de ego presenta: en su origen etimológico de raigambres latinas significa, simplemente, yo. Y es en esta dirección, por ejemplo, que el concepto es aprovechado por Sigmund Freud al constituir su segunda tópica. En ella divide al individuo en tres instancias psíquicas: el ello, el yo (ego) y el superyó.

Sigmund Freud, padre del psicoanálisis.
Según Freud, el ego es el yo, la parte vinculada con la realidad externa, el puente entre el ello y el superyó.

A partir de ideologías o religiones que insisten en una idea de humildad ligeramente distorsionada, se ha llegado a confundir la primera acepción mencionada (ego inflado, nocivo) con la segunda (individualidad saludable, límites) y se procedió a condenar todo impulso individual como algo fuera de lugar o impropio.

Como respuesta a esta tendencia surgieron líneas en psicología que tomaron el trabajo de Freud y fueron más allá, proponiendo la necesidad de las personas de construir un “yo” sólido y saludable. Entre ellas se encuentran la psicología analítica de Jung, la obra de Lacan y todos los exponentes de la psicología del yo”.

Por último, y en el otro extremo del espectro, ha de mencionarse que en ciertas tradiciones espirituales el Ego (con mayúscula) es considerado como la instancia más sagrada en una persona. Llamado también Ser Superior, Esencia o Atman, se lo identifica con la divinidad eterna que subyace a la manifestación material de cada individuo y se plantea que el trabajo espiritual pasa por construir un vehículo que permita aterrizar más y más de este principio en la vida cotidiana. En esta línea de pensamiento se encuentran varios exponentes de la tradición esotérica occidental y de la alquimia, además de exponentes como Rudolf Steiner o Sri Aurobindo.

El ego en psicología.

En el ámbito de la psicología, el ego, o yo, se utiliza para hacer referencia al individuo en tanto ser que tiene conciencia de su propia identidad y también del medio que lo rodea. Es el punto central desde el cual se percibe, organiza y experimenta la realidad con sus fenómenos de índole física y psíquica.

Ego, el ser con conciencia de sí mismo.
En la psicología, el ego (yo) alude al ser con conciencia de su propia identidad y del medio que lo rodea.

Psicoanálisis de Freud.

A partir de lo desarrollado en la segunda tópica, puede decirse que para Freud el ego es la instancia psíquica que nuclea al ello con la realidad externa, al tiempo que opera como puente del ello y el superyó. Es este “puente” el que trae el carácter individual a la escena, ya que tanto el ello como el superyó son conceptos ejemplares. Además, Freud propone que este yo (ego) se compone de dos partes: por un lado, el sistema de percepción y, por otro, una serie de ideas inconscientes acerca de su realidad. Y se presenta un juego dinámico entre las tres instancias psíquicas, ya que el yo, a partir de estos rasgos con los que se identifica, toma los mandatos del superyó en su tarea de mantener a raya los instintos del ello. Esto lo realiza en su afán por parecerse cada vez más a este superyó y acabar con las fallas personales y con la ambivalencia, siempre tomando ese otro fantaseado como modelo de comparación de su actuar.

Jacques Lacan.

Para Lacan, en cambio, el ego es una instancia que tiene como función registrar lo imaginario. Constituye, por ende, una suerte de alienación. Es como si el sujeto se viera en su ego. Lacan afirma que se da a partir de una primera triangulación: madre, infante y el objeto a. Este ego en el sujeto se conforma tomando como base una imagen especular en otro, que por lo general es la madre o la persona que cumpla con su función. Es importante destacar que el ego no es lo mismo que la conciencia, en el marco teórico lacaniano, aunque parece serlo. Y el ego tampoco es lo mismo que “el sujeto humano”, ya que éste se termina de configurar con la función paterna y la inscripción que conlleva al mundo simbólico del lenguaje.

Psicología analítica de Jung.

Carl Jung posiciona al yo como un centro respecto del cual todos los factores de la conciencia están referidos. Esto incluye, por supuesto, a los actos conscientes.

Psicología cognitivo-constructivista.

En esta línea teórica prima el elemento de progresividad, algo que se construye. Dentro de esta corriente, el sí-mismo se interpreta como un proceso de adquisición de sentido que dura toda la vida, y en el que han de distinguirse dos elementos: el «Yo« y el «Mi«. Estos son dos planos en los que se procesa la experiencia vital. El Yo se asocia al sentido que el sí-mismo tiene del cuerpo y las emociones, que es continuo, instante a instante, y también al saber implícito que se tiene acerca de uno mismo y de la realidad. Es principalmente inconsciente y ordena las percepciones de emociones y espacio-temporales. El Mi es el aspecto semántico de nuestras experiencias, aquello que está presente cuando observamos, evaluamos y que empleamos para darnos explicaciones por medio del lenguaje, dando una forma más definida a las intuiciones que el Yo provee. Para esta postura, el sujeto necesita darse explicaciones y darlas a otros, continuamente, a fin de preservar su coherencia interna. Y esas explicaciones surgirían de la interacción del Yo y el Mi, conformando teorías en el plano consciente que sirven para justificar su conducta, sus sentimientos y sus cogniciones.

Psicología del yo.

Se trata de una línea ideológica que no se agota con la obra de un solo exponente, sino que autores y autoras se han ido sucediendo, sobre las bases que sentó Freud, para ir refinando más y más la postura. Uno de los primeros fue Hartmann, quien sostuvo que el yo trae aparejadas ciertas funciones o capacidades desde el nacimiento. Allí figurarían la posibilidad de percibir, de atender, de memorizar o de concentrarse, así como la coordinación motora o el lenguaje. Según él, una persona que habitara en un ambiente de condiciones esperables desarrollaría estas facultades como funciones del yo, autónomas de las pulsiones de libido o agresión. Luego, otros analistas que se interesaron, también, en la psicología del yo, tomaron el camino de enfatizar el lugar de las defensas, de las vivencias que se atraviesan en la infancia temprana o lo importante que resulta tener experiencias socioculturales. Un ejemplo de esto es el de Anna Freud, quien se adentra en los misterios de lo inconsciente del yo, en los mecanismos de defensa y en ciertas cuestiones cruciales que hacen a la clínica. Su postura pasa por considerar que el yo se predispone a la supervisión, regulación y oposición al ello por medio de defensas o asociaciones. Por eso sostenía que es imprescindible que el analista preste atención, momento a momento, a todo lo que el paciente dice, para así detectar las defensas en cuanto aparecen y proceder a explorarlas. 

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Lehrer, L. (14 de junio de 2022). Definición de ego. Las distintas acepciones y su aplicación en psicología. Definicion.com. https://definicion.com/ego/