Se conoce con el nombre de sensualidad a la capacidad o facultad que posee una persona para tratar de provocar, en otra (o en otros), una reacción positiva. Tal reacción está vinculada con generar placer, agrado sexual o atracción. Otra manera de concebir el término es considerando que significa apelar a los sentidos.

El vocablo proviene del latín sensualĭtas, que a su vez incluye a sensus, es decir, sentido.

Vínculo con los sentidos.

La sensualidad, en tanto en cuanto es una reacción que se provoca en un prójimo, tiene que ver con diferentes aspectos del mundo que nos rodea. ¿Qué significa esto? Que, dado su estrecho vínculo con lo perceptivo, lo sensorial, en muchas ocasiones es activada a través de la estimulación de los sentidos.

De este modo, podemos considerar diferentes formas en que esto ocurre en función de los 5 sentidos que conocemos.

La vista.

A través de la visión, la sensualidad puede estimularse si el sujeto a quien se atrae se siente estimulado por aquello que observa.

Visión
La visión es uno de los sentidos a través de los cuales se puede estimular.

Esto puede ser, por ejemplo, porque lo que se muestra es algo que particularmente le atrae a alguien en particular. La visión es un poderoso estimulante que activa otra área específica de nosotros: la imaginación. Muchas veces, a través de una persona a la que se observa (y que nos atrae), podemos desarrollar aquello que se denomina fantasías.

Esta forma de estimulación de lo mental no se desata únicamente por estar frente a otro individuo físicamente: esto puede ser provocado, por ejemplo, desde una pintura, y algo similar ocurre si se lee un texto que estimula nuestra visión e imaginación con su contenido.

El tacto.

El tacto es una gran herramienta, también, para estimular la mente. En el cuerpo humano, una de las partes consideradas erógenas (que provoca estimulación) es la piel. Las caricias o el tacto directo sobre ella contribuyen con ese estímulo. Otra modalidad conocida, y vinculada con ello, es el masaje que, además de este uso tiene otros, como su poder desestresante (y relajante).

Sin embargo, el tacto no se vincula únicamente con esto: podemos hablar de sensualidad asociada al uso o la exposición a ciertas telas (por ejemplo, aquellas más suaves como la seda). También se contempla el efecto de diferentes temperaturas (exponerse a elementos fríos o calientes) siempre que quien reciba tal estímulo esté de acuerdo.

El gusto.

El gusto también es uno de los sentidos más placenteros. En este marco entran en juego múltiples factores, pero una de las formas más conocidas en que el placer sensual puede activarse es a través de la alimentación.

Alimentación y sentidos
El consumo de determinados alimentos como el chocolate puede activar la estimulación.

Existe una serie de alimentos denominados afrodisíacos (del griego ἀφροδισιακός, es decir erótico). La alimentación, cuando es agradable al paladar, es una manera de liberar endorfinas (hormona que nos causa una sensación de placer y bienestar, en última instancia, en el cerebro). Por este motivo, algunos comestibles son empleados con estos fines, como sucede con el chocolate.

El olfato.

El olfato, un agente de estímulo sensual, se vincula con aquello que resulte agradable a ese sentido en particular. De ahí que los olores que sean atractivos para la persona (suaves, naturales o aromas fuertes) provocarán la reacción esperada.

Al igual que los otros sentidos, hay un estrecho vínculo con lo subjetivo, con aquello que a cada cual le interesa. El olfato es, además, uno de los sentidos más poderosos a la hora de activar recuerdos.

El oído.

El último sentido vinculado con la sensualidad es el oído. Desde una perspectiva biológica, se considera al oído una zona erógena, por lo que su estimulación puede resultar favorable para provocar bienestar.

Aquí podemos incluir diversas formas de estimular la sensualidad: música que sea agradable a los oídos (o que particularmente le agrade a alguien en especial), las palabras que se le dicen a otro individuo o, incluso, el tono de voz que se emplea.

Su vínculo con la subjetividad.

Cuando se observa cómo la sensualidad puede ser despertada por los cinco sentidos, se percibe un patrón común en todos ellos: la sensualidad es algo profundamente subjetivo.

¿Qué significa esto? Que, más allá de poder estar vinculado con un elemento o un objeto que resulte atractivo, cada persona se siente atraída por seres u objetos que no necesariamente cautivan al resto de la sociedad.

La subjetividad
La sensualidad tiene una fuerte carga subjetiva, es decir, que es una experiencia distinta en cada persona.

Por este motivo, aquello que despierte los sentidos en distintos seres humanos tiene que ver con propios gustos e intereses personales. Existe cierta dificultad en poder medir la sensualidad en términos de objetividad, ya que en gran parte tiene que ver con experiencias exclusivas de cada uno.

Su vínculo con lo social.

Cuando se considera la sensualidad en el marco de lo histórico y, por ende, lo social y lo cultural, encontramos que, reforzando la idea de que la sensualidad es subjetiva, cada época y cada sociedad describe diferentes aspectos como sensuales y atractivos.

La idea de aquello sensual, atractivo y bello no ha sido siempre inmutable y tampoco es idéntica en todos lados. Hay sociedades alrededor del mundo donde se consideran sensuales diferentes aspectos (siempre en su vínculo con el atractivo sexual):

  • hacerse tatuajes
  • la forma de vestir
  • atravesar determinados rituales

Además, un aspecto interesante de todo esto es cómo se percibe, en múltiples culturas, aquello que en otras sí se considera atractivo. Un ejemplo es lo que ocurrió durante mucho tiempo con la etnia kayan, originaria de Myanmar (país que comparte frontera con Tailandia).

Las mujeres de esta comunidad son conocidas por los adornos que llevan en sus cuellos: son collares de metal que comienzan a utilizar desde que tienen 5 años. A medida que pasan los años, los collares se retiran y se colocan otros más largos y, por ende, sus cuellos lucen más extensos también.

Tatuajes
Los tatuajes fueron considerados, por muchas culturas, como atractivos elementos de belleza, de pasaje a la adultez.

Estos collares funcionaron como un símbolo de belleza además de uno que descubría un buen pasar económico (dado el costo de esos collares). Para sociedades ajenas a esta, este tipo de actividades atentan contra el cuerpo de quienes cargan esos collares. De hecho, se desalienta el turismo en ese lugar, ya que por varias temporadas fueron objeto de explotación turística pues los visitantes querían observarlas y tomarse fotos con ellas.

Esto deja entrever cómo, a través de exponer el propio organismo al sometimiento físico (como un collar), se trata de construir el ideal de belleza y/o sensualidad. Estas prácticas, sin embargo, no son únicamente propias de sociedades orientales, ajenas a la occidental: en nuestra comunidad, contamos con una larga historia de sometimiento a cirugías y operaciones (que en la actualidad han vuelto a cobrar vigor) en pos de ser más atractivas a los ojos de los demás.

Históricamente, las mujeres han sido objeto de la idea de belleza y atractivo como un valor en sí mismo. La industria de la moda, la cultura de las dietas, los retoques digitales (en la era moderna) y físicos, y otros fenómenos, constituyen una evidencia clara de esto.

Sin embargo, también comienza a verse de manera más frecuente entre los hombres, y continúa abriendo interrogantes respecto de qué es aquello que representa lo sensual y lo atractivo, y hasta dónde la gente puede llegar para cumplir con ese estándar.

Citar este artículo

Fernández, A. M. (26 de diciembre de 2022). Definición de sensualidad. Rasgos, manifestaciones y ejemplos. Definicion.com. https://definicion.com/sensualidad/