Karma es el nombre que, en algunas creencias orientales, recibe una suerte de energía o fuerza espiritual que deviene de cómo una persona actúa a lo largo de su vida, y que impacta directamente sobre cada reencarnación que tendrá por delante.

Esta ley cósmica puede ser también interpretada como un espíritu de equilibrio de causa y efecto, donde todas cada acción que se realiza va construyendo una dinámica que debe equilibrarse a largo plazo, y que puede tener una consecuencia positiva o negativa.

La palabra, originaria del sánscrito, puede traducirse a nuestra lengua como acción o hecho.

Ley universal
El karma es aquella energía universal que, según los sistemas de creencias orientales, deviene de nuestras acciones en vidas pasadas y en la presente.

Orígenes e historia.

Una de las primeras apariciones de las que se tenga registro sobre el término karma es en el Rig Veda, el antiguo libro sagrado escrito en antiguo sánscrito alrededor del 1500 a. C. y que reúne diferentes himnos sagrados.

En un sistema de creencias como el budismo, el karma condiciona las futuras reencarnaciones en función de aquello que se hizo en una vida pasada. Nuestro destino, de este modo, está atravesado por cómo nos comportamos y cómo actuamos antes del presente. Esto, además, se renueva dentro de cada ciclo de nacimiento.

En el hinduismo, por otra parte, encontramos que este concepto se equipara con la ley universal de acción y reacción. Sin embargo, a diferencia del antiguo sistema de creencias, aquí hay un mediador que observa las acciones de las personas: Iama, el dios y guardián de la muerte, los muertos y el inframundo.

Es él quien, una vez finalizada nuestra vida, determina un premio o un castigo en función de las buenas o malas acciones que hicimos en nuestra vida.

La idea de un dios que rige nuestras acciones también se encuentra presente en el jainismo, es decir, una filosofía oriental que también es de las religiones más antiguas del mundo. En ella, se propone que el karma es uno de los principios básicos y constituyentes de la cosmogonía. Nuestra alma se encuentra, desde esta perspectiva espiritual, vinculada a la reencarnación eterna hasta que por fin alcance la iluminación o moksha.

Nuestras acciones son las que definen qué pasará tras nuestra muerte, cuando ocurra la liberación del alma hacia una nueva vida.

Iluminación
La iluminación, o “moksha”, es el resultado de haber generado la mayor cantidad de acciones positivas en nuestros ciclos de vida. Esto es posible gracias a un profundo autoexamen de cómo nos comportamos con los demás.

Principios fundamentales.

Veremos a continuación algunos de los elementos constitutivos de esta perspectiva filosófica.

En primer lugar, nos encontramos con una ley del karma muy conocida, es decir, la ley de causa y efecto. Esta deja en evidencia dos elementos:

  • ninguna persona escapa al karma
  • todo lo que hagamos tiene una consecuencia o un efecto

Una de las formas mediante la que se busca hacer más comprensible esta ley para la sociedad occidental es mediante la comparación con la tercera ley de Newton, también conocida como el principio de acción y reacción. Así como esta sugiere que a toda acción le corresponde una reacción de idéntica intensidad, pero en sentido opuesto, la ley de causa y efecto kármica implica que cada una de nuestras acciones, pequeñas o grandes, volverán a nosotros tarde o temprano.

Aquí se incluyen también los pensamientos y las energías que emanemos hacia otros: además, este retorno de nuestras acciones no necesariamente será en esta vida presente, sino que también puede ser en la vida futura.

En segundo lugar, encontramos la noción de reencarnación y su vínculo con el ciclo de vida.

Pensamientos y energías
Nuestros pensamientos, la energía que transmitimos hacia otro y nuestras acciones son también elementos que influyen sobre el karma.

Estos ciclos se conocen como samsara, y se componen de cuatro elementos:

  • el nacimiento
  • la vida
  • la muerte
  • la reencarnación

Dentro de cada ciclo o círculo kármico, tenemos la posibilidad de llevar adelante acciones virtuosas que nos hagan estar cada vez más cerca del moksha. De este modo, el karma se transforma en una suerte de propósito de vida mediante el cual podemos entablar un camino espiritual plagado de buenas acciones hacia nosotros y hacia otros, con la esperanza de que nuestra evolución espiritual nos permita la iluminación final.

En tercer lugar, encontramos la noción de equilibrio o deuda kármica. Esta última hace referencia a aquellos mecanismos de comportamiento o de vínculo con los demás que se repiten en nuestra vida y que, usualmente, nos generan disconformidad y/o situaciones negativas.

De este modo, al trabajar en nuestra propia curación espiritual a lo largo de nuestra vida o ciclo de vida podemos dar paso al pago de esa deuda anterior, y sentirnos un paso más cerca del moksha.

Finalmente, la idea de equilibrio, en la cosmovisión kármica, puede vincularse con la noción de justicia, es decir, el karma actúa como un igualador de aquello que generamos hacia los demás. Por este motivo, todo aquello que nosotros hagamos, repercutirá en nosotros mismos:

  • Si somos generosos con los demás, esto va a volver a nosotros.
  • Si podemos vivir el presente, sin mayores preocupaciones sobre el pasado y/o el futuro, aprendemos a apreciar aquello que tenemos ahora.
  • Si enfocamos nuestra energía en aquello valioso e importante, dejamos de lado todo lo que no suma nada a nuestra vida.
  • Si nos hacemos responsables de alguna acción imprudente o negativa de nuestra parte, podemos aprender de esa experiencia y no volver a repetirla.
Equilibrio y justicia
La ley cósmica del karma genera que, en última instancia, se restablezca el equilibrio universal entre acciones y consecuencias.

Tipos de karma.

Podemos diferenciar entre tres tipos de karma fundamentales para este sistema de creencias oriental:

Karma individual.

El denominado karma individual es aquel que impacta únicamente sobre nosotros en función de nuestras propias actitudes y acciones. No tiene ningún tipo de incidencia sobre los demás, solamente sobre nosotros mismos, y tiene impacto tanto sobre la vida actual como en futuras vidas y reencarnaciones.

Karma familiar.

El karma familiar, también conocido como karma colectivo, es aquel que se construye en torno a un grupo de personas, ya sea una comunidad, un pueblo, una familia o una nación.

Este tiene la particularidad de que las acciones anteriores, que van a ir definiendo la vida colectiva conjunta del futuro, están tan arraigadas y sedimentadas en el inconsciente colectivo que todos los efectos impactan directamente sobre ese grupo.

Por este motivo, más allá de cómo nuestras acciones pasadas puedan habernos afectado individualmente, cuando se trasladan a todo el cuerpo social tienen aún más anclaje, y es más complejo percibirlas y quitarlas.

Karma positivo y negativo.

En último lugar, y así como las acciones negativas que hagamos pueden pagarse en futuras vidas, el karma positivo también existe. Hace referencia a aquellas acciones buenas, que nos traen equilibrio, paz y bienestar con nosotros mismos. Podemos pensar que ambos tipos de karma se pueden construir paso a paso, y que nosotros en última instancia somos quienes modelamos y creamos nuestro destino y nuestras vidas.

Citar este artículo

Fernández, A. M. (25 de noviembre de 2023). Definición de karma. Historia, rasgos y clasificación. Definicion.com. https://definicion.com/karma/