El vocablo inherente proviene del latín inhaerens que en este idioma se interpreta como estar unido. Así, hoy en día el significado es que un rasgo, un factor, un elemento o una característica forma parte de la naturaleza de un objeto, fenómeno o persona.
De este modo, el concepto será aprovechado para señalar, entonces, que ciertos perfiles o atributos son algo que pertenecen a un elemento o ser vivo de una manera tan inseparable que es difícil concebirlos sin tal particularidad. Para profundizar en eso, te vamos a dar algunos ejemplos de cómo se ha empleado esta noción. ¡Empecemos!
En el ámbito del lenguaje.
Si bien a primera vista puede parecer un fenómeno complejo, pondremos el concepto de lenguaje en relación con el de lengua para poder comprender la idea de lo inherente.
Por una parte, lenguaje será aquella facultad humana que es innata, inherente a la especie. ¿Qué significa innato? Que no se aprende, sino que pertenece a la naturaleza, a la esencia de algo, es decir, que lo constituye: en este caso, de la especie humana. De modo semejante a como definimos inherente podemos considerar innato, ya que, de alguna manera, pueden funcionar como sinónimos.
Que el lenguaje sea algo constitutivo, inherente de la especie humana, nos permite comprender algunas ideas sobre él: por ejemplo, cómo es que todos los humanos aprendemos nuestra lengua. Pues bien, más allá de las particularidades y diferencias entre un idioma y otro y de algún factor que impida “aprenderlo” (veremos esta idea en el próximo párrafo), como nacer sin la habilidad del habla, o de la vista, o perderlas, todos los humanos, gracias a un proceso evolutivo de miles y miles de años, disponemos de esta facultad.
En función de lo anteriormente mencionado, vemos que, al hablar de casos de quienes padecen dificultades en alguno de los cinco sentidos, en ningún momento se menciona que han perdido la capacidad lingüística. ¿Qué significa esto? Que, probablemente, quien no escucha no pueda oír a alguien hablando, o que quien sea ciego no verá un texto: esto no les impide comprender sus lenguas, ya que las aprenderán mediante otras vías.
En un caso puede ser la lengua de señas, ese sistema de signos que involucran lo gestual y lo visual, ambas capacidades que tal persona tendrá desarrolladas. Por su parte, quien no pueda ver lo más probable es que aprenda, gracias a la estimulación de padres o de una institución educativa, a comunicarse mediante el Braille, una herramienta de lectura y escritura tanto destinada tanto a ciegos como a aquellos que presentan algún otro tipo de impedimento visual.
Así es como se ve que sus capacidades lingüísticas, inherentes a estos diferentes grupos al igual que para el resto de la comunidad, no impiden bajo ningún punto de vista su acceso a la comunicación. Como hay diferentes métodos y recursos, se relacionarán con sus pares y aprenderán sus lenguas, de una u otra forma, mediante un tipo de alfabeto o mediante otro sistema de códigos. El lenguaje, como facultad, es innato, inherente: lo que se modificará será el modo de codificarlo, emitirlo y recibirlo.
En química.
Un concepto conocido de esta disciplina es el que se denomina “quiralidad inherente”. Para adentrarnos poco a poco, veamos qué significa parte por parte.
Quiralidad es una característica que proviene del adjetivo quiral, que a su vez proviene del griego χειρ, kheír que se traduce al castellano como mano. Lo vemos en quiromancia (al término kheír se le suma manteia, o “adivinación”) o quirófano (kheír más φαίνειν, phaínein, es decir, “mostrar”: así se denominaba al recinto donde se hacían operaciones que podían observarse a través de un cristal).
Ahora bien: quiral hace alusión a que dos objetos son idénticos, especulares (noción que se relaciona con espejo) y que, además, no pueden superponerse. De esta manera, en química se considerará quiralidad inherente a una propiedad de las moléculas: si estas, y su imagen reflejada en un espejo, no son superponibles, hablamos de que tal molécula es quiral.
Un ejemplo clásico para explicitar la idea de quiralidad inherente tiene que ver con las manos, pero también con los pies: en el primer caso, consideremos que no importa cómo podamos llegar a colocar una mano, por ejemplo, la izquierda. De la forma que sea que la pongamos, palma arriba, palma abajo, girada o apuntando hacia el suelo, nunca logrará “imitar” la posición de la mano contraria. Lo mismo ocurre con los pies: no hay modo posible de rotar, mover o ubicar uno de ellos, como el derecho, que haga que se superponga con el otro.
¿Cuál es la manera más sencilla de considerar esto? Que a la mano derecha le corresponde, por ejemplo, una forma del guante (el realizado para ella especialmente), y al pie derecho les corresponde un zapato con una estructura específica: es decir, el que se hizo para el derecho. No es posible intercambiarlos y, quien intente tal intercambio, notará enseguida que algo no está funcionando correctamente y que se siente incomodidad.
Derechos humanos, inherentes a la especie.
Finalmente, y una vez más en relación con la especie humana, nos encontramos ya no con una perspectiva biológica de lo inherente, sino más bien conectada con lo jurídico, lo social y lo legal.
Nos referimos en este caso a los derechos humanos: mucho se ha realizado para lograr darles una entidad jurídica, y un marco legal, a los derechos. Son inherentes a todos nosotros sin que deba mirarse la religión, lugar de residencia, sexo o género, etnia u otro tipo de factor con el cual se “justifique” que no puedan aplicarse. Algunos derechos humanos universales son el derecho a la educación, a la alimentación, a una vivienda digna, al acceso a la salud, al trabajo, a que el Estado proteja a sus ciudadanos y a poder hablar la propia lengua en el territorio o en otros sin que ello suponga algún tipo de discriminación. La lista es más que extensa y, como bien mencionamos, son tanto inherentes a la especia humana como universales, inalienables (es decir, no pueden “suprimirse” o «suspenderse») y están en estrecha interdependencia.
Con esto último, se alude a que no basta que algunos estén presentes en las vidas de la gente y otros no: deben, idealmente (ya que no ocurre siempre de este modo), poder aplicarse todos y debe estimularse su ejercicio gracias a acciones concretas por parte del Estado. Ya la Declaración Universal de Derechos Humanos indicaba, desde su primer artículo, que todos nacemos no solo libres sino en igualdad de derechos: son otro conjunto de rasgos que nos pertenecen, o deberían pertenecer, como especie y que deberían garantizarse plenamente.
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Fernández, A. M. (22 de febrero de 2022). Definición de inherente. Ámbitos de uso y ejemplos. Definicion.com. https://definicion.com/inherente/