Se emplea el término crónica para hacer referencia a un relato en el que la narración de los hechos se realiza respetando su secuencia temporal. En esencia, una crónica puede efectuarse en forma oral o escrita, aunque predomina la segunda de ellas.

Algo particular que sucede con este género es que conforma un territorio transicional entre los ámbitos de lo literario y lo periodístico, y, así, puede ser abordado tanto desde un lado como desde el otro, variando algunas especificaciones según el enfoque elegido, aunque termine llegándose a un punto de destino bastante similar.

Se llama cronista a la persona que se dedica a contar, usualmente por escrito, los hechos que acontecen ante sus ojos. Aquí podemos destacar una diferencia con la figura del historiador, que suele narrar los acontecimientos que han tenido lugar en el pasado.

Si atendemos al origen etimológico, veremos que el vocablo deriva del griego Khronos, que nos remite al concepto del tiempo:  Chronikáes asociable a [βιβλίαBiblia, lo que implica un libro que se ha escrito siguiendo un orden cronológico. Desde el aspecto adjetivo es chronikós. Y con el advenimiento del Imperio Romano, luego del auge helenístico, llegamos a la denominación chronĭcus. Cuando surgieron aquellos primeros escritos que se asociaban con la idea de la narración en el tiempo, se les asignó en el idioma castellano el término crónicas.

Biblia, libro sagrado en orden cronológico.
Etimológicamente, el término chronikáes se asocia a Biblia, libro escrito siguiendo un orden cronológico.

Aspectos formales de la crónica.

En cuanto a los aspectos formales del texto, no es imprescindible que esté redactado en primera persona, y hay varios cronistas importantes que han realizado obras maestras empleando la tercera.

Hay una tendencia a que el lenguaje sea llano, como si de algún modo se reconociera que, al elegir contar de este modo, se acepta que los hechos son los que llevan el peso, que los acontecimientos son más relevantes que los floreos que podríamos hacer para describirlos. Pero sí se permite la aplicación de la gracia que lo literario puede conferir al texto, siempre y cuando realce la potencia del espacio que quiere transmitirse. En definitiva, aquí el lenguaje está “al servicio de”.

También es fundamental que se enmarquen los sucesos en el espacio y tiempo concretos, en todo momento. Y las descripciones suelen ser de carácter funcional a este principio. La escritora Leila Guerrero, destacada autora de crónicas que ha hablado en varias ocasiones acerca de los principios que subyacen al género, es enfática en este punto: cada una de las descripciones o los recursos propios de los textos literarios que se utilicen en la crónica han de tener sentido en sí mismos y no pueden ser meros adornos literarios con fines estéticos.

Crónica, entre el periodismo y la literatura.
La crónica toma elementos de la literatura y del periodismo, el foco está puesto en la narración.

Algunas características de la crónica.

  •  Se trata de un género en el que el foco está puesto en la narración: en la crónica algo sucede y algo se cuenta. En este sentido se diferencia de lo poético, e incluso de la prosa poética, ámbitos en los que lo sustancial pasa por el modo en el que se dice lo que se dice (este es el paso que la literatura da hacia el periodismo).
  •  Establecido el punto anterior, sí es cierto que la crónica se sirve de todas las herramientas que la literatura puede brindarle para que eso que se narra llegue del modo más preciso y más bello posible. En este sentido se diferencia de lo meramente periodístico (este es el paso que el periodismo da hacia la literatura).
  • Dado que el peso del relato está asentado en los sucesos, se requiere de un orden riguroso en el tratamiento secuencial de los mismos. Esto se relaciona con el principio de narración temporal: en literatura hay muchas cosas que se eliden, hay un juego con el lector al dejarle un espacio disponible para las conjeturas. En la crónica ese espacio se reduce. El juego pasa por otro lado.
  • Así, siempre está claro el eje que la historia transita. Es como un viaje planeado, en el que se sabe de antemano qué ciudades se visitarán, cuántas noches se pasará en cada una e incluso a qué museos o atracciones turísticas se asistirá.
  •  La figura del cronista es siempre central, y sobre ella gravita todo lo narrado. Pero esto no obsta a la aparición de personajes secundarios, algunos incluso de relevancia. 
  • El espacio y el tiempo son referencias claras y continuas. El lector ha de saber en todo momento en dónde está y qué está pasando. Y las reflexiones, que también son válidas en el género, estarán claramente enmarcadas. No se trata de un relato en el que se permite un monólogo interior continuo; aquí vemos el escenario, eso está ahí, y si el cronista quiere contarnos su impresión, bienvenida sea.
  •  El comienzo de una crónica suele contar con algún tipo de impacto. Se toma de lo periodístico este principio de captar la atención del lector de entrada. Y es común que este principio, de alguna forma, contenga un vínculo, directo o cifrado, con lo que terminará siendo el desenlace del texto.
  •  En general, no hay espacio para divagaciones o giros en la trama, como podría darse en el género novelístico. La crónica suele responder a una linealidad mucho más directa, más llana.
  • Es habitual que en el título se manifieste el puente con la literatura, que haya algún guiño, alguna magia, que les deje a los lectores el sabor de ese “más allá”, mientras los acontecimientos les son contados en el “más acá”.
Gabriel García Márquez.
Gabriel García Márquez, autor de numerosas y célebres crónicas.

Ejemplos notables de libros de crónicas.

  • Relato de un náufrago, Gabriel García Márquez (1970): Publicado originalmente mediante la modalidad por entregas en el periódico El Espectador de Bogotá, en 1955. El escritor galardonado con el Premio Nobel decidió volverlo un libro autónomo quince años más tarde. Se narra la historia verídica de un marinero colombiano llamado Luis Alejandro Velasco que, luego de caer de un buque militar, vivió la experiencia de naufragar a la deriva por diez días.
  • El ladrón de orquídeas, Susan Orlean (1998): La periodista norteamericana Susan Orlean tomó la determinación de seguir, durante dos años de su existencia, al ahora célebre cazador de orquídeas John Laroche. Su trayecto la llevó por los caminos más diversos, incluyendo grandes recorridos de los pantanos de Florida, y terminó escribiendo y publicando un libro en el que se relatan las obsesiones a las que se aferraba este hombre, como una medida desesperada para hallar algo nutritivo en su vida y poder combatir la amenazante idea del absurdo que tanto lo angustiaba.
  • Los días de Birmania, George Orwell (1934): Esta obra se basa en los cinco años que el autor británico tuvo que pasar trabajando como policía en Birmania. Cuenta en detalle cómo fueron los últimos días del imperialismo británico antes de la Segunda Guerra Mundial allí, en Kyauktada, una modesta colonia.
  • Operación Masacre, Rodolfo Walsh (1957): En este libro, que ya se ha convertido en una obra de culto, el periodista Rodolfo Walsh narra cómo fue la matanza de un grupo compuesto por doce amigos, a manos de fuerzas del Estado. El hecho que desencadenó la brutal experiencia fue la reunión en un departamento para escuchar juntos una pelea de boxeo. Destaca Leila Guerrero el empleo de un lenguaje cercano al ambiente en el que los hechos sucedieron, que les permite a los lectores una mayor cercanía, y experimentar de un modo más directo la crudeza de los acontecimientos.


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Lehrer, L. (10 de marzo de 2022). Definición de crónica. Su origen, características, aspectos formales y ejemplos. Definicion.com. https://definicion.com/cronica/