Una aporía es un concepto filosófico que remite a un problema imposible de resolver. La palabra proviene del griego απορία que significa «camino sin salida» y se utiliza en el ámbito filosófico para referirse al planteamiento de problemas que presentan una dificultad en su resolución o que sus conclusiones llevan a un absurdo.

En el contexto de la búsqueda y resolución de problemas filosóficos y científicos la aporía representa ese momento de la investigación en el cual se llega a un vacío conceptual, a partir del cual no se puede seguir avanzando en la investigación, ya que la misma línea de pensamiento llevó hasta un camino sin salida: la aporía.

Las aporías, también asociadas con las antinomias, se caracterizan por presentar dos razonamientos contrarios igualmente válidos, pero que indican conclusiones opuestas, dando con una contradicción, la cual genera la imposibilidad de definir la validez de uno u otro debido a la ambigüedad de ambas afirmaciones.

En ocasiones, suele pensarse a la aporía también como un dilema. En este caso, no sólo remite al campo del pensamiento filosófico o científico, sino a un problema de difícil solución en general. Los dilemas se caracterizan por presentar una situación problemática entre dos conceptos o vías de pensamiento (di-lema) y son muy frecuentes en planteamientos éticos y morales. Sin embargo, la aporía no es sólo doble, sino que existe la noción de trilema, donde la situación aporética se da a partir de tres elementos, entre los cuales siempre dos resultan armónicos y uno tenso, por lo que el trilema consiste en una triple aporía.

Las aporías guardan una estrecha relación con las paradojas, ya que estas plantean un problema epistemológico frente a determinado tópico. Por ejemplo, las paradojas del viaje en el tiempo, como la paradoja del abuelo, o las complejas conclusiones a las que ha llegado la teoría de la física cuántica, en planteos como la paradoja del gato de Schrödinger.

El gato de Schrödinger
La paradoja del gato de Schrödinger es famosa por representar la aporía a la que lleva la física cuántica al plantear la dinámica del átomo mediante la indeterminación cuántica

Índice de temas

La aporía en la filosofía clásica.

El concepto de aporía fue de vital importancia para el desarrollo de toda la filosofía griega. Desde los filósofos presocráticos como el eleata Zenón, famoso por sus paradojas, hasta el desarrollo del análisis aporético en la Metafísica de Aristóteles, las aporías han sido uno de los problemas más controversiales de la filosofía antigua. A continuación, apuntaremos los casos más destacados de aporías elaboradas en la filosofía clásica:

Aporías de Zenón de Elea.

Las aporías o paradojas de Zenón son un grupo de planteamientos filosóficos que se caracterizan por presentar problemas aporéticos en relación a la idea del movimiento y su imposibilidad. Zenón plantea un conjunto de situaciones paradójicas en las cuales se llega a una aporía, para demostrar que el movimiento como lo percibimos es imposible. Con el fin de apoyar la doctrina de Parménides, según la cual el cambio y el movimiento son una ilusión proveniente de los sentidos, Zenón busca demostrar la imposibilidad del movimiento a partir del método de reductio ad absurdum (reducción al absurdo), en el cual se demuestra una postura llevando al absurdo a la tesis contraria, este procedimiento también se conoce como demostración indirecta. De manera que, al demostrar el absurdo del movimiento, Zenón busca probar la intemporalidad del ser parmenídeo. Así, elaboró más de cuarenta paradojas en las cuales intenta refutar conceptos como el movimiento, la multiplicidad y la temporalidad, entre otros. Aquí presentamos dos de sus aporías más destacadas:

Paradoja de Aquiles y la tortuga.

En este problema Zenón afirma que el hombre más rápido del mundo jamás podrá alcanzar al animal más lento: la tortuga. Para demostrarlo, plantea la siguiente situación: Si en una carrera Aquiles le da 100 metros de ventaja a la tortuga para iniciar, suponiendo que Aquiles corre diez veces más rápido que la tortuga, al empezar la carrera Aquiles estaría en 0 y la tortuga en 100. Suponiendo que en 10 segundos Aquiles recorre 100 metros y la tortuga 10, al pasar los primeros 10s, Aquiles estaría en la posición donde empezó la tortuga, y la tortuga habrá avanzado 10m. Luego, Aquiles recorre los 10m que lo separan de la tortuga, pero la tortuga avanza un 1m, y cuando Aquiles recorre ese metro, la tortuga habrá avanzado un decímetro, y así sucesivamente. Por lo que, sin importar lo corta que sea la distancia, esta se subdivide en espacios cada vez más pequeños, de manera que siempre habrá una mínima ventaja por parte de la tortuga. La aporía consiste en que, al dividirse la distancia en infinitos puntos, por más que Aquiles se acerque infinitamente a la tortuga jamás podrá alcanzarla totalmente, porque siempre habrá una mínima diferencia que los separa.

El corredor en el estadio.

Aquí Zenón afirma que el corredor nunca alcanzará la meta, ya que para poder recorrer la distancia completa primero debe recorrer la mitad, y para esto, a su vez, debe recorrer la mitad de la mitad, y así sucesivamente hasta el infinito. Al subdividir el tramo en mitades, se llega a la división de infinitos puntos, por lo que implicaría recorrer una distancia infinita, de manera que el corredor jamás podría terminar con la carrera.

Aporía del corredor
La aporía del corredor implica un argumento retórico basado en la subdivisión al infinito del espacio y el tiempo

Aporía de Sócrates.

En el marco de la mayéutica socrática, se llama aporía al momento en que se produce la perplejidad del interlocutor al llegar a una contradicción en sus propias afirmaciones. La aporía en la mayéutica es el momento en el que se revela la propia ignorancia, ya que, al llegar a un problema imposible de resolver o a una pregunta que supera la capacidad de respuesta del interlocutor, se asume la ignorancia del tema en cuestión. De manera que, la aporía socrática forma parte del método mayéutico de interrogación acerca de la veracidad o falsedad de los enunciados y los conceptos.

Aporías en los diálogos platónicos.

Muchos diálogos de Platón, sobre todo los de juventud, plantean problemas que no llegan a una resolución clara, sino que su finalización es abierta, en donde Sócrates aplica su método mayéutico frente a sus interlocutores sin llegar a otra conclusión más que la propia perplejidad que causa el problema en cuestión. En estos diálogos se plantean cuestiones sobre la virtud, en los que Sócrates busca la definición de una virtud en particular. Por ejemplo, en Lisis sobre la amistad, en Eutifrón sobre la piedad, en Ion sobre la poesía, etc. Sin embargo, el diálogo más representativo del carácter aporético sin dudas es el Protágoras, en donde Sócrates dialoga con el sofista y maestro de retórica Protágoras acerca de la virtud, y si esta es enseñable o, por el contrario, resulta innata en algunos hombres y en otros no. Luego de una larga disertación acerca de la virtud y sus partes, ambos interlocutores llegan a contradecir sus propias posturas iniciales. Sócrates termina por definir a la virtud como una ciencia y por lo tanto enseñable, mientras que Protágoras, quién al principio del diálogo creía en la posibilidad de enseñar la virtud, termina por concluir que no es una ciencia y, por ende, no es enseñable. De esta manera, el diálogo se vuelve aporético debido a la doble contradicción a la que llegan ambos interlocutores, dando con la imposibilidad de lograr una conclusión clara y definida de la virtud.

Otro diálogo platónico en el que se trata del mismo problema que en el Protágoras es el Menón, en donde, a diferencia del resto de los diálogos en los que Sócrates se pregunta por una virtud en particular, en el Menón, la pregunta es por la definición de virtud en sentido general, universalmente entendida. En este diálogo, mientras Sócrates busca formular una definición sobre la virtud, Menón pone en cuestión su empresa con la siguiente pregunta retórica, la cual resulta presentar un carácter aporético: «¿Cómo vas a investigar algo que ni siquiera sabes qué es?». Ante este planteo, el diálogo debe recurrir a otra problemática filosófica para responder en lugar del problema inicial respecto de la virtud. Por lo que, el Sócrates platónico recurre al concepto de la inmortalidad del alma, para establecer una teoría del conocimiento, en la cual el conocimiento de las cosas se da por reminiscencia. Pues, para Platón, conocer es esencialmente reconocer, es decir, recordar lo ya sabido en otras vidas, debido a que el alma inmortal puede recordar en vida presente lo aprendido en vidas pasadas. De manera que, la discusión sobre la virtud se convierte en una disertación sobre la reencarnación, el conocimiento como memoria y el alma inmortal como garantía epistemológica para resolver la aporía.

Sócrates
El carácter aporético de la mayéutica socrática se ve muy representado en los diálogos platónicos de juventud

Aporías en la Metafísica de Aristóteles.

Aristóteles fue el filósofo griego que trabajó con más detalle y profundidad el problema de las aporías. En su libro Metafísica, reflexiona sobre las aporías a las que han llegado otros filósofos al preguntarse por el ser y su esencia, y sobre la «ciencia primera» que estudia dicho ser. Allí, Aristóteles expone las dificultades conceptuales que se deben tratar en relación a la pregunta por aquella «ciencia primera» o ciencia del ser, como el estudio del ser en su totalidad, entendido en sentido universal. De manera que, la Metafísica es un libro en el que Aristóteles se plantea la posibilidad de una ciencia, a la que él llamó «filosofía primera», y que posteriormente fue llamada «Metafísica», la cual se encargaría de estudiar las cuestiones más esenciales de la filosofía. En los libros aporéticos, Aristóteles plantea las aporías que surgen a partir de pensar problemas como la causa primera de todas las cosas, la relación entre lo universal y lo particular, lo material y lo inmaterial, la naturaleza y cantidad de las esencias, que él llamó sustancias, y sobre la posibilidad de entidades suprasensibles y la existencia de un ser o un ente supremo (Dios). De esta manera, Aristóteles inaugura una línea de investigación llamada pensamiento diaporemático, el cual consiste en pensar a partir de aporías, es decir, comenzar una línea investigativa partiendo del problema al que se ha llegado desde otras líneas de pensamiento, las cuales dieron lugar a un conjunto de aporías que no han sido resueltas satisfactoriamente.

Por lo que, luego de realizar un análisis de las filosofías de los pensadores precedentes, Aristóteles concluye que, en relación a temas de primera importancia, los filósofos anteriores habían llegado a numerosas aporías, las cuales es preciso repensar para intentar buscar una nueva solución a los problemas planteados por Platón y los presocráticos. A este conjunto de aporías, Aristóteles las agrupó en diversos planteos:

  • Sobre las causas: Aristóteles define a la «filosofía primera» como la ciencia de las causas, ya que si sabemos algo, es porque sabemos la causa que lo genera. A partir de este supuesto, planteó las siguientes preguntas: ¿Existen tipos de causas o sólo existe una causa única y común? Si son múltiples ¿Qué tipos de causas existen? ¿Corresponde a una misma ciencia estudiar todos los tipos de causas?
  • Sobre las sustancias: Aristóteles supuso que la esencia del ser o ente es la sustancia (hypokeimenon), es decir, el sustrato que subyace a los atributos superficiales de todo ser. En esta línea, planteó las siguientes incógnitas: ¿Existen muchas o una única sustancia? Si hay muchos tipos de sustancias ¿A cual corresponde el estudio de la filosofía primera? ¿Corresponde a la filosofía primera el estudio de los accidentes o sólo de las sustancias?
  • Entidades suprasensibles: Aristóteles pone en cuestión las ideas respecto de la existencia de entidades inmateriales como fundamento de la realidad, las cuales existirían más allá de la percepción de los sentidos. Dichas entidades metafísicas fueron planteadas principalmente por Platón en la teoría de las ideas. Frente a este problema, Aristóteles pregunta: ¿Existen otras sustancias aparte de las sensibles? Si así existieran ¿Son estas entidades los primeros principios de todas las cosas, o los últimos? ¿Existen otras entidades abstractas además de los géneros? ¿Son los géneros entidades?
  • Sobre los universales: Aristóteles plantea el problema de lo universal y lo particular y se pregunta: ¿Existen entidades universales o sólo singulares? Si existen las formas universales ¿Existen separadas de las particulares? ¿Las hay de todas las cosas concretas o de sólo algunas?
  • Sobre los principios: Aristóteles se cuestiona acerca de los principios fundantes de las cosas y se pregunta: ¿Los principios son universales o particulares? ¿Son en potencia o en acto? ¿Son los mismos principios para las cosas corruptibles que para las incorruptibles? Y si son diferentes ¿Son corruptibles los principios de aquellas cosas corruptibles?
  • Sobre el ente: Aristóteles identificó al ser con el ente, es decir, que todo ser es en tanto que es una entidad. A raíz de este concepto, planteó los siguientes interrogantes: ¿La entidad y la unidad son sustancias de las cosas o están separadas de ellas? ¿Los números y las entidades geométricas pueden ser consideradas sustancias? ¿Existen las formas abstractas separadas de los objetos concretos?
  • Sobre el ente supremo: Aristóteles parece concluir que para resolver muchas aporías planteadas en su Metafísica, se hace conceptualmente necesaria la idea de un Dios como garantía epistemológica de muchos conceptos anteriores. Por ejemplo, en la noción de causa, para no caer en una reducción al infinito, Aristóteles se ve obligado a pensar en un concepto que sea causa primera sin tener ella misma otra causa, pues de lo contrario, el razonamiento llevaría a infinitas causas. Por esta razón, Aristóteles llamó a su dios «Primer motor inmóvil», ya que mueve al resto de las cosas sin ser movido por nada, y lo postula como la causa primordial de todas las cosas.
Aristóteles
El dios metafísico de Aristóteles no tiene las características divinas que se suelen atribuir a los dioses religiosos, más bien es un dios filosófico, abstracto, hipotético.

Aporías del escepticismo.

El escepticismo se caracteriza por ser una filosofía que busca tener una postura crítica frente al conocimiento y la pretensión de conocer mediante la argumentación. De manera que, toda investigación escéptica se basa en el método de contraponer ideas mediante la antítesis, con el fin de llegar a una aporía la cual demuestre la inconsistencia de los enunciados. En Esbozos pirrónicos, Sexto Empírico desarrolla todo un sistema de aporías y contradicciones, a las que llamó tropos, los cuales se agrupan como un conjunto de argumentos contrapuestos, dentro del sistema filosófico del escepticismo y sirven para demostrar la incapacidad del juicio para afirmar positivamente un conocimiento. De esta manera, son famosas aporías como la recurrencia ad infinitum, la cual consiste en que para demostrar una prueba es necesario presentar otra prueba, y otra para esta, y así sucesivamente, por lo que las pruebas se extenderían hacia el infinito y, por ende, jamás podría probarse nada. A partir de esta aporía, se desprende otra la cual consiste en que, al haberse presentado el problema de la recurrencia ad infinitum, el pensamiento dogmático tiende a suponer por hipótesis una causa que justifique sus conclusiones, pero esta causa depende del consenso, por lo que es arbitraria, y por lo tanto la hipótesis tampoco demuestra nada. Otro razonamiento aporético es el de la relación y relatividad de los sujetos y las circunstancias, partiendo de que las cosas cambian según los casos particulares y los contextos, el escepticismo intenta demostrar la imposibilidad de conocer algo en su totalidad debido a la relatividad que se presenta siempre cambiante y diversa.

Aporías en la filosofía moderna.

La filosofía moderna, en sentido general, se concentró en el problema del conocimiento basado en la subjetividad, y la relación entre sujeto y objeto como eje central del pensamiento aporético. Desde el cogito cartesiano, el racionalismo y el empirismo, hasta la crítica kantiana de la razón pura, los problemas de carácter aporético de la modernidad se desarrollaron, en gran medida, a partir de las discusiones acerca de los límites del pensamiento racional y sus posibles contradicciones. En este marco, algunos filósofos plantearon aporías respecto de los alcances del conocimiento humano y la veracidad de las afirmaciones que pueden hacerse a partir del uso de la razón.

Kant y las antinomias.

Entre los pensadores modernos que se plantearon el problema de los aspectos aporéticos de la razón y el conocimiento, se encuentra el caso de Immanuel Kant, quien en su Crítica de la razón pura, desarrolló el concepto de antinomia (oposición de leyes) para referirse a aquellas afirmaciones hechas a partir de la razón, las cuales pueden dar argumentos aparentemente válidos para llegar a conclusiones que son contradictorias y opuestas entre sí. Kant afirmó que cuando la razón busca pensar cosas que exceden su conocimiento e intenta ir más allá de la experiencia, suele caer en contradicciones y aporías, las cuales llamó: antinomias. En ellas resulta igual de erróneo defender la tesis como la antítesis, ya que ambas parten de razonamientos especulativos que exceden las capacidades del conocimiento empírico del mundo. De esta manera, Kant postuló que los mismos argumentos que se utilizan para probar, por ejemplo, la existencia de Dios, pueden usarse, al mismo tiempo, para negarla. Así, en la Crítica de la razón pura se distinguen cuatro tipos de antinomias:

  • La existencia de Dios, o su negación: Kant señala que tanto la afirmación como la negación de la existencia de una «entidad necesaria» son argumentaciones pseudo racionales, ya que incurren en el error de querer aplicar las categorías del entendimiento a conceptos puros de la razón, de los cuales sólo se puede hablar formalmente, pero no afirmativa ni negativamente con contenidos propios. Dios es un concepto puro y a priori, al cual no pueden aplicarse las categorías del entendimiento empírico.
  • La posibilidad de la libertad, o su negación (determinismo): Tanto la afirmación sobre la causalidad natural como ley que determina los fenómenos del mundo de manera irrevocable (determinismo), como la que plantea una ley causal distinta para la libertad, reposan en paralogismos en los que se intenta aplicar las categorías empíricas a conceptos puros de la razón, es decir, se puede saber que existe la idea de libertad pero no se puede afirmar cabalmente su existencia en el mundo, de la misma manera se puede decir que existe en la razón la idea de un determinismo absoluto, pero no podemos afirmarlo de manera positiva en el plano de la existencia, ya que ambas proposiciones exceden nuestro conocimiento empírico.
  • Las entidades indivisibles (átomos): De la misma manera, no es posible afirmar con certeza absoluta que la materia o el universo se componen de átomos y que todo cuanto existe en el mundo se da partir de la composición de estas entidades indivisibles, así como tampoco la razón está capacitada para afirmar lo contrario, que nada en el universo está formado por átomos, pues tal afirmación excede al conocimiento empírico de la razón.
  • La finitud o infinitud del mundo: Las categorías de tiempo y espacio no pueden ser pensadas como realidades objetivas del mundo, ya que estas pertenecen al universo del sujeto trascendental, es decir, que son conceptos propios de la subjetividad, y por lo tanto sirven para ser aplicadas sobre los objetos empíricos como categorías del entendimiento. No obstante, es una antinomia tanto afirmar la finitud como la infinitud del mundo. Pues, no se pueden aplicar las categorías que el entendimiento aplica sobre los objetos del mundo al mismo conjunto total de esos objetos (el mundo), el cual es una idea pura de la razón.
Sujeto aporías
La filosofía moderna se caracterizó por cuestionarse a partir de las aporías del conocimiento y los alcances de la subjetividad humana

La paradoja de Russell.

En la actualidad, la discusión de muchos problemas relacionados a la física, la matemática y la filosofía devienen en planteamientos aporéticos muy diversos que se han convertido en focos de discusión y análisis teórico desde la perspectiva de muchas disciplinas, como la filosofía de la matemática con problemáticas como la que presenta la llamada paradoja de Russell, la cual surge a partir de la teoría de conjuntos de Cantor y Frege, a la que Russell encontró un caso que daba cuenta de un aspecto contradictorio en la teoría.

La teoría de conjuntos consiste en la agrupación de cosas a partir de dos categorías excluyentes: la de «conjuntos normales» (aquellos conjuntos que no se contienen a sí mismos, como libros, casas, árboles, etc.), y por otro lado, los denominados «conjuntos singulares», aquella clase de conjuntos que sí se contienen a sí mismos, como una bolsa que contiene bolsas, una caja que contiene cajas o una idea que agrupa ideas. La paradoja aparece cuando Russell pregunta al matemático Gottlob Frege qué sucede si el conjunto que agrupa a todos los conjuntos normales, es decir, los que no forman parte de sí mismos, forma parte de sí mismo. Si no formara parte de sí mismo, pertenecería al conjunto de los «normales», y por lo tanto, contradictoriamente, pasaría a formar parte de sí mismo, pero entonces, al mismo tiempo, sería un conjunto singular, lo que sería contradictorio, ya que resulta imposible que sea un conjunto singular debido a que se supone que contiene a todos los conjuntos normales. De manera que, se contendrá a sí mismo sólo si no se contiene a sí mismo, y esto es una contradicción, es decir, una aporía. Russell plantea entonces una situación aporética que convierte a la teoría en contradictoria.

Para ilustrarlo de una forma más concreta, este problema también fue expresado bajo el nombre de paradoja del barbero, la cual consiste en la historia de un barbero llamado As-Samet. Un día, el emir se dio cuenta de la escasez de barberos en el emirato, por lo que promulgó la ley de que los barberos sólo puedan afeitar a aquellas personas que no puedan afeitarse a sí mismas, y además ordenó a todo el mundo mantenerse afeitado. Es aquí cuando se presenta el problema para el barbero As-Samet, ya que él era el único barbero de todo el emirato. Por lo que se vio ante la siguiente situación aporética: Si sólo podía afeitar a aquellas personas que no se pueden afeitar a sí mismas, y él puede afeitarse a sí mismo, entonces no puede afeitarse, ya que si lo hiciera estaría contradiciendo la primera ley del emir (los barberos no pueden afeitar a personas que puedan afeitarse a sí mismas), y como no existe otro barbero que lo afeite, As-Samet se mantiene barbudo y sin poder afeitarse ni ser afeitado, por lo que no puede cumplir con la segunda ley de mantenerse afeitado.

El cuento termina con el emir conmovido por la situación de As-Samet, a quién en reconocimiento decide otorgarle la mano de una de sus consortes, y finalmente, el barbero vivió feliz y barbudo por el resto de su vida.

filosofía matemática
Los problemas de la filosofía matemática involucran perspectivas de distintas disciplinas como la lógica, la epistemología y la filosofía del lenguaje

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Aci, E. M. (12 de mayo de 2023). Definición de aporía. Significado, características, historia y etimología. Definicion.com. https://definicion.com/aporia/