Hasta hace poco, la palabra hombre se utilizaba en sentido amplio para designar a toda la especie humana, es decir, se la equiparaba con el concepto de ser humano. Hoy, se cree que el uso más adecuado del término debería estar destinado a señalar exclusivamente a los individuos de género masculino, o sea, los varones (en ocasiones, también se distingue entre hombre -varón adulto- y niño).
Sin embargo, no está de más dedicar unas líneas para explicar el significado de “el hombre” en su acepción de representante de la raza humana. En este sentido, la expresión engloba a todas las personas que viven en el planeta Tierra: individuos mamíferos, bípedos, erectos, inteligentes y conscientes de su propia existencia y finitud. Esto último es lo que distingue al “hombre” del resto de los animales, junto a la capacidad de razonar de modo complejo, de construir herramientas, de relacionarse, comunicarse y expresarse simbólicamente.
Siguiendo esta línea, en las últimas dos décadas del siglo XX, se transmitió una serie televisiva denominada “La aventura del hombre”, que recorría distintas regiones argentinas y suramericanas, mostrando sus características naturales y culturales, y documentando las actividades de los seres humanos oriundos de dichas zonas geográficas.
Por otro lado, varios personajes fantásticos incluyen esta palabra en su nombre, tal es el caso del Hombre araña (Spiderman, en inglés), el malvado hombre de la bolsa, leyenda que antes era evocada para asustar a niños y niñas; y el hombre lobo, temible criatura que se transforma en las noches de luna llena.
Es frecuente asociar el concepto de “hombre” -en su acepción de ser humano- con el de Homo sapiens, expresión procedente del latín, que significa “hombre sabio”. De hecho, la etimología del vocablo hombre proviene del latín homo, que deriva de humus (“tierra”). Es interesante la asociación con las creencias religiosas y mitológicas que explican la creación del hombre a partir del polvo, el barro o la arcilla.
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Hombre de Neandertal y Homo sapiens.
Dentro de la teoría dominante de la evolución humana, encontramos a la especie denominada hombre de Neandertal, cuyo origen se remonta, más o menos, a 400 mil años atrás. Al parecer, estos especímenes habitaron el territorio que hoy se extiende por Europa, Oriente Medio y Oriente Próximo, y Asia central. Su extinción, cuyas causas no están del todo claras, ocurrió hace aproximadamente 40 mil años. Algunos científicos estiman que el ser humano perteneciente actualmente a la zona de Eurasia ha heredado alrededor del 1,5% y el 2,1% de las características genéticas de la especie denominada Homo neanderthalensis.
Investigaciones más recientes han desechado mitos y subestimaciones sobre estos seres de contextura física robusta, torso ancho y piernas cortas. Al parecer, lejos de ser unos simples salvajes intelectualmente limitados, como se creía hasta hace poco, estos individuos contaban con un lenguaje y capacidad de pensamiento simbólico de cierta complejidad, tenían técnicas de caza suficientemente especializadas, controlaban el fuego y cocinaban.
Parecería que tanto el hombre de Neandertal como el Homo sapiens han compartido miles de años de existencia en los mismos territorios. Y, últimamente, se ha demostrado que los comportamientos de ambas especies son más próximos de lo que se solía pensar.
Por su parte, el Homo sapiens hace referencia al ser humano tal como existe actualmente, aunque ha habido una evolución biológica desde su aparición hace alrededor de 300 mil años.
Hombre de Vitruvio.
El Uomo Vitruviano (“Hombre de Vitruvio”) es una obra que el genio renacentista Leonardo da Vinci realizó en el año 1492, en la que refleja las proporciones exactas de la figura humana ideal, según el parecer de arquitecto romano Marco Vitruvio Polión. Los datos para confeccionar el dibujo fueron tomados de un texto de este último, llamado De Architectura.
La obra de arte realizada en tinta expresa, dentro de un marco cuadrado y otro circular, la desnudez del cuerpo masculino, en perfecta simetría, sobreimprimiendo dos posturas distintas de las extremidades. La pieza formaba parte de un diario del maestro italiano y cuenta con valiosas anotaciones del mismo.
Características biológicas del hombre.
Desde el punto de vista biológico, el hombre cuenta con determinadas características relativas al sexo masculino. Entre ellas, podemos mencionar el aparato reproductor masculino que, a diferencia del femenino, incluye un pene, testículos y próstata. Otra distinción con la fisonomía de la mujer es que los principales órganos sexuales del hombre son externos, mientras que los femeninos se encuentran al interior del organismo.
Las células reproductivas masculinas son los espermatozoides, portadores de carga genética con cromosomas XY (los femeninos son XX). A su vez, el hombre produce una mayor cantidad de testosterona, hormona que controla las funciones reproductivas de éste y acelera su desarrollo físico (lo cual se refleja, por ejemplo, en la gravedad del tono de voz, la tonificación de los músculos, el grosor de la piel y la proliferación del bello facial y corporal).
Es importante aclarar que no todas las personas se sienten identificadas con la tradicional dicotomía hombre – mujer. Por eso, más allá de las características biológicas y el aspecto corporal con el que nacemos, pueden surgir distintas orientaciones sexuales e identidades de género. Algunas de ellas se encuentran reunidas en el acrónimo LGBTI (lesbiana, gay, bisexual, transgénero e intersexual), pero hay muchas personas que se identifican con otras denominaciones o que se rehúsan a ser catalogadas bajo lo que consideran una etiqueta.
La identidad de género de una persona puede diferir del sexo que le fue asignado al nacer. Al mismo tiempo, hay personas que no se identifican a sí mismas con la distinción tradicional, ni con los patrones sexuales duales y estereotipados.
Lo masculino y lo femenino.
En otro orden de las cosas, la filosofía china y otras culturas ancestrales, se refieren a las energías opuestas del yin y el yang, que deben ser equilibradas para vivir en armonía (externa e interna). Se asocia lo masculino con la energía yang y lo femenino, con la energía yin.
En este sentido, el yang tiene que ver con cualidades vinculadas a la fuerza, la resistencia, la actividad, el fuego, el día, entre otras. Mientras que lo yin se relaciona con la suavidad, la receptividad, la pasividad, la empatía, la sensualidad, el agua y la noche. Si, además, tenemos en cuenta las fuerzas planetarias, veremos que lo yin es representado por la Luna, y lo yang, por el Sol.
Claro que, según esta visión, nada tiene que ver el sexo biológico, sino que todas las personas integramos y expresamos, en mayor o menor medida, ambas energías.
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Lehrer, L. (11 de abril de 2022). Definición de hombre. Características biológicas, el hombre de Neandertal, el Homo sapiens y el Hombre de Vitruvio. Definicion.com. https://definicion.com/hombre/