El concepto de alquimia hace alusión, por un lado, al estudio y la experimentación sobre la transformación de la materia, y, por el otro, a la transmutación misma, la cual siempre resulta extraordinaria. Desde el punto de vista esotérico, el vocablo también hace referencia a la profunda transformación interna, espiritual, del ser humano.
Se ha definido a la alquimia como el arte de elevar el nivel de vibración de los elementos. Para los alquimistas, su práctica constituía una manera de apresurar los procesos de evolución de la naturaleza. En este sentido, según ellos, todos los metales básicos se encontraban en un camino evolutivo que naturalmente los conduciría a convertirse en oro. Por ende, su tarea de transmutar dichos materiales en el más perfecto y precioso metal simplemente permitiría acortar los tiempos de la naturaleza.
Dentro de esta disciplina se conjugan aspectos de distintas áreas, tanto espirituales como científicas, tales como la herbología, la astrología, el misticismo, la filosofía, el arte, la química, la física, la medicina y la metalurgia.
Se la considera una protociencia, es decir, una práctica científica no consolidada o cuyas teorías y planteamientos no han sido demostrados por el método científico.
Índice de temas
El arte de los alquimistas.
En la antigüedad, la práctica de los alquimistas consistía, entre tantos otros misterios, en el estudio de la materia, la preparación de pociones y remedios, la mezcla de sustancias, el calentamiento, destilación y refinamiento de las mismas. Valiéndose del mercurio, la sal y el azufre, procuraban simbolizar y combinar los cuatro elementos: el agua, el fuego, la tierra y el aire. Además, a su entender, todo estaba compuesto por esos tres principios (tria principia, en latín): el mercurio, la sal y el azufre; y cada uno representaba al espíritu (azufre), el alma (mercurio) y el cuerpo (sal).
Así, llevaban a cabo fenómenos químicos en la búsqueda por comprender el funcionamiento del universo, la transformación de la materia y los misterios de la naturaleza. Sus técnicas y procedimientos requerían de cierta tecnología, aparatos y recipientes que eran construidos para ejecutar su práctica con mayor precisión. De allí surgen instrumentos como los matraces (contenedores de forma cilíndrica o cónica), los serpentines (tubos espiralados para enfriar vapores) y pelícanos para destilar (frascos invertido de cuello largo) y el horno de atanor (transmisor de calor que mantiene uniformemente la temperatura).
Como muchos otros saberes de la época, el alquímico se guardaba con recelo y sólo las personas iniciadas podían acceder a él. Por eso, para el resto resultaba difícil comprender dicho sistema. Los alquimistas solían intercambiar los nombres de las sustancias y productos que utilizaban o los bautizaban con nombres tomados de figuras mitológicas o animales. A su vez, empleaban símbolos para designar a los elementos.
Origen de la alquimia.
En occidente, el origen de la alquimia se remonta al siglo III a. C. en la ciudad de Alejandría, fundada por Alejandro Magno, al norte de Egipto. Aquella maravillosa ciudad, devenida rápidamente en un gran centro cultural, supo ser punto de encuentro de diversos saberes, como los de la cultura griega y la egipcia. Justamente, la incipiente alquimia conjugaba el saber tecnológico, de sustancias materiales y técnicas químicas, propios de Egipto, con la filosofía y los conocimientos teóricos acerca de los elementos, oriundos de Grecia.
Desde su surgimiento, la alquimia occidental ha estado vinculada a la tradición hermética, basada en la figura de Hermes Trismegisto («Tres veces grande»), mítico sabio y alquimista que integra en sí mismo a Thot y a Hermes (deidades de Egipto y Grecia, respectivamente). A él se le atribuye la escritura de la Tabla Esmeralda, texto considerado como uno de los fundamentos de la alquimia en occidente, también denominada filosofía hermética.
La actividad alquímica luego fue tomada por los árabes (quienes le dieron un gran impulso), ganó protagonismo durante el Renacimiento y se mantuvo viva hasta fines del siglo XVIII, para luego pasar a las sombras. Puede decirse que las técnicas, los procedimientos y las sustancias que tuvo en cuenta la alquimia dieron lugar a la ciencia química y la metalúrgica modernas.
Alquimia interior.
Distintas corrientes espirituales ponen foco en la transformación del ser humano, la evolución de la conciencia, la purificación del alma y la alquimia interior. En este sentido, el desarrollo espiritual es comprendido como el proceso de construcción de una estructura sutil que permita expresar el ser esencial de cada persona, mientras vive en este mundo y eternamente.
El taoísmo, por ejemplo, propone sistemas de alquimia interior orientados a refinar y transmutar la energía sexual para generar un cuerpo sutil con el que experimentar la expansión de la conciencia permanentemente. El cristianismo, por su parte, habla del cuerpo glorificado (libre de pecado, perfecto, resucitado).
En cierto modo, diversas tradiciones plantean un camino de desarrollo espiritual y alquimia interior que permita alcanzar el cuerpo de inmortalidad, de conexión con el denominado Espíritu Supremo y con toda la creación. Y todo ello, aún viviendo en la Tierra. En otras palabras, se busca permanecer en el mundo de una manera más plena.
La alquimia interior conlleva, sin duda, una profunda transformación interna, psicológica, emocional y energética. Por ejemplo, Carl Gustav Jung vincula la alquimia con la psicología y, para explicar el viaje de desarrollo personal del individuo, ha tomado la búsqueda de la piedra filosofal de los alquimistas, aquella legendaria sustancia capaz de convertir los metales en oro. Claro que no se trataba de un oro normal y el proceso implicaba una transmutación personal y una purificación previas.
En el sentido esotérico y espiritual, la búsqueda de la piedra filosofal representa un proceso alquímico de individuación, de encuentro con el propio Ser (con mayúscula), el sí mismo (en términos de Jung), el ser infinito, que es simbolizado por el oro. Por su parte, el simple metal, plomo o materia innoble simboliza el estado imperfecto, la faceta impura del ser humano, la pequeñez del ego. Mediante el proceso alquímico de destilación se llega a la esencia del ser, a la iluminación.
Entre las múltiples versiones sobre la etimología de la palabra alquimia, algunas sostienen que proviene del término árabe alkímya, que quiere decir «piedra filosofal». Aunque también se indica que el vocablo griego khymeía significa «mezcla de líquidos». Es interesante que de este último también proviene el vocablo química.
Citar este artículo
Lehrer, L. (24 de mayo de 2022). Definición de alquimia. Su origen, la actividad de los alquimistas y la alquimia interior. Definicion.com. https://definicion.com/alquimia/