Se utiliza la palabra color para hacer referencia a una realidad que se experimenta subjetivamente a partir de que la luz se imprime sobre los órganos de visión. Se trata de una percepción y, por ende, de un fenómeno que incluye tanto la dinámica a nivel sensorial (estimulación de los fotorreceptores ubicados en la retina del ojo) como la instancia en la cual estos inputs son procesados en el cerebro de la persona o el animal que está teniendo contacto con la impresión lumínica.
Si bien nuestra intuición puede tratar de decirnos algo diferente, lo cierto es que el ambiente a nuestro alrededor carece de colores. Entonces: ¿de qué se trata esta experiencia tan habitual? ¿En dónde está el color? Podemos responder que el color es, en realidad, una reacción subjetiva, propia del sujeto que percibe, y que está marcada por la interacción entre la luz, las superficies de los objetos y el sistema sensorial del sujeto que atiende.
Los cuerpos de los objetos siempre absorben las ondas electromagnéticas, pero también reflejan una parte de ellas. Son estas últimas, las ondas que fueron reflejadas, las que impactan en el ojo y son conducidas a través de impulsos hacia el cerebro, en donde se decodifican como los diferentes colores, a partir de las variantes en cuanto a sus longitudes.
Todas las variantes del color que conocemos se hallan contenidas en algo que se ha dado a llamar “el espectro de la luz visible”. Este espectro se compone de una amplitud específica de longitudes de onda que son las que la percepción humana es capaz de captar y que son decodificables en experiencias subjetivas de color. Se habla en múltiples ámbitos de “longitudes de las ondas”, y uno de ellos es la física, en donde se explica que la longitud de una onda hace referencia a la propagación de una onda en función de su velocidad. En el sistema visual de los seres humanos, el ojo es capaz de percibir estas longitudes de onda solo en un rango específico: por encima se abre el abanico de frecuencias de la luz ultravioleta, debajo se abre el terreno de la luz infrarroja. Además, para que las frecuencias puedan ser percibidas como colores es preciso que haya mucha luz. Caso contrario, la experiencia se volcará a los polos del blanco y el negro.
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Debates en el estudio etimológico.
Hay quienes dicen que la raíz de la palabra color se puede remontar al verbo latino colare, que tenía relación con la actividad de filtrar o depurar. Otros la asocian con el término calor, que posee la misma asociación a la temperatura alta, a lo caliente, y podría estar en la raíz de la obtención de pinturas por medio del fuego que hicieron los artistas paleolíticos.
Pero hay ciertos estudiosos de la etimología que rechazan vivamente estas dos líneas, afirmando que los primeros artistas del paleolítico no hablaban el latín ni disponían aún de filtros o coladores… lo cual suena plausible. Las personas que sostienen esta postura proponen el origen en el término coloris, que provendría del verbo celare, que se emplea para hacer referencia a ocultar o cubrir algo. Sumado al sufijo –or, que denota la acción y el efecto de, esto orientaría la raíz hacia el pigmento o la capa que recubre una cosa ocultando su aspecto.
Resulta interesante esta última propuesta a partir de lo que se ha descubierto en la ciencia moderna, sobre que las cosas, en realidad, carecen de color y que lo que subjetivamente se experimenta de ese modo es solo lo reflejado de las ondas. Una capa, un agregado que la luz posa sobre esos objetos.
La percepción del color.
Isaac Newton consiguió, valiéndose de un prisma, propiciar una descomposición de la luz en sus diferentes frecuencias. A partir de ello descubrió que a diversas frecuencias se correspondían diferentes experiencias de color, y esto lo puso a las puertas de comprender que los colores no existen como tales en el mundo que nos rodea, que tan solo se trata de distintas frecuencias de las radiaciones electromagnéticas.
Entonces, lo que compartimos con los demás en cuanto a las experiencias de percibir colores se basa simplemente en las pautas de nuestra especie en cuanto a organización biológica. Es por esto que casi toda la gente, exceptuando casos puntales de enfermedades o problemas cognitivos, llamamos amarillo a las cosas cuando reflejan esta frecuencia, y rojo a las que reflejan aquella.
Existe una teoría que sostiene que nuestra visión “en colores” se sustenta en tres mecanismos diversos, cada uno con una sensibilidad específica hacia una longitud de onda particular. Esta teoría se denomina tricromática y es ya un clásico en lo que a la percepción del color se refiere. Siguiendo sus postulados, diremos que los seres humanos contamos con tres fotopigmentos distintos en los fotorreceptores de nuestras retinas.
Estudios realizados por Ewald Hering, a finales del siglo XIX, aportaron evidencias a la hora de afirmar que existen combinaciones de colores imposibles. Mientras que se puede sin dificultades concebir el color naranja como combinación del rojo y del amarillo, o también una combinación entre el azul y el verde… no es concebible visualizar un verde rojizo ni un amarillo azulado. Hering rechazó algunos postulados de von Helmholtz, que defendía su sensación de que el ojo en los seres humanos detecta tomando como base tres colores primarios, el rojo, el verde y el azul-violeta. Hering, por su parte, afirmaba que el sistema visual opera siguiendo un proceso de contraste y oposición de colores. Descubrió que, por algún motivo, el azul y el amarillo se oponen, así como lo hacen el rojo y el verde. Y es a partir de esto que constituyó la teoría en la que afirma que existen seis colores principales que se organizan en pares opuestos: rojo – verde, blanco – negro, amarillo – azul.
El color a lo largo de la historia.
La filosofía occidental toma una definición temprana de Aristóteles, quien afirmaba que todos los colores se encuentran conformados a partir de cuatro tonos. Los llamó “colores básicos” y sostenía que eran representativos de los principios de la tierra, el agua, el cielo y el fuego. Es interesante destacar que Aristóteles también hizo hincapié en lo importante que es el rol que juega la alternancia entre la luz y la sombra al afectar las percepciones del color.
Leonardo Da Vinci, en el siglo XV, se refirió al color como una propiedad de la materia y se explayó en una escala de los colores básicos, que comenzaba con el blanco, por su capacidad de recibir a todos los demás, continuando con el amarillo en representación de la tierra, el verde simbolizando el agua, el azul para el cielo, el rojo era el del fuego y, por último, cerraba el negro como representante de la oscuridad.
Recién con Isaac Newton se estableció la línea actualmente respetada que postula que el color es una expresión de la luz. Fue en el año 1665 que Newton tuvo esa experiencia con el prisma, en la cual comprobó la división en los colores del espectro. Este fenómeno no es distinto a lo que experimentamos cuando llueve y hay sol, el llamado “arcoiris”, o también cuando un cristal o un plástico justo están ubicados de tal forma que su borde refracta la luz.
Johann Goethe orientó sus estudios de un modo más específico hacia las experiencias fisiológicas y también psicológicas que producen en los seres humanos los diferentes colores. Ideó un triángulo constituido por tres colores primarios (amarillo, azul, rojo), cada uno de los cuales se relaciona con un grupo de emociones en particular. Se considera que las investigaciones de Goethe sentaron las bases de lo que hoy se conoce como la psicología del color.
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Lehrer, L. (29 de agosto de 2022). Definición de color. El origen del término y las distintas posturas a lo largo de la historia. Definicion.com. https://definicion.com/color/