El oxígeno es un elemento químico, identificado en la tabla periódica con el número atómico 8. Esto último significa que cuenta con ocho protones dentro de su núcleo (allí también presenta ocho neutrones y, fuera del núcleo, ocho electrones). El átomo de oxígeno es representado por la O inicial de su nombre.
La unión de dos de dichos átomos da lugar a la molécula O2, mientras que tres de estos átomos juntos forman el ozono, cuyo símbolo es O3 (sustancia que integra la capa que envuelve nuestro planeta, protegiéndonos de los rayos ultravioleta del sol, por lo cual es crucial para la vida sobre la Tierra).
En su forma molecular O2, a presión y temperatura normales, el oxígeno se encuentra en estado gaseoso: un gas que no tiene color, olor ni sabor. También es esencial para la vida de los agentes bióticos porque las células que conforman a todos los seres vivos necesitan del oxígeno para generar energía.
Así, pues, lo incorporamos a nuestro organismo a través del proceso de respiración, ya que se encuentra presente en el aire de la atmósfera terrestre. Más precisamente, el oxígeno constituye una quinta parte del aire que nos rodea, es decir, el 21% del mismo es oxígeno (y casi todo el porcentaje restante corresponde al nitrógeno). Pero también lo encontramos en el agua, en óxidos y ácidos, además de integrar la materia orgánica y muchos componentes inorgánicos.
Por otro lado, es sumamente reactivo. Por eso, cuando se lo vincula a metales es capaz de producir óxidos y corroer diversas superficies, como, por ejemplo, las de hierro. En este sentido, es fundamental para la combustión. De hecho, el fuego debe su existencia a la reacción de combustión activada por el oxígeno. Claro que, de por sí, no es una sustancia inflamable pero, como es tan reactivo, cuando entra en contacto con combustibles puede encender el fuego o generar explosiones fuertes.
Es interesante que todos los elementos de la naturaleza (fuego, tierra, agua y aire) son portadores de oxígeno.
Como dijimos, el oxígeno gaseoso es incoloro. Sin embargo, en estado líquido e incluso sólido (si se lo somete a temperaturas bajísimas, menores a doscientos grados bajo cero), cobra un tono azulado.
Si nos detenemos en su origen etimológico, veremos que proviene del francés oxygène, que, a su vez, deriva de los términos griegos óxys (“ácido”) y –gonos (“origen”, “generador”). Resulta que este elemento fue descubierto, en el año 1774, por el científico británico Joseph Priestley, quien frecuentemente es considerado el primero en haber aislado el oxígeno en estado gaseoso. Sin embargo, el descubrimiento también se le ha atribuido al químico sueco Carl Wilhelm Scheele, que al parecer lo había logrado un par de años antes. Como sea, lo que sí está claro es que fue el reconocido biólogo y químico francés Antoine Laurent Lavoisier quien, en el año 1777, acuñó, en su lengua, el nombre oxygène (“productor de ácido”), creyendo que para producir ácidos se requería este elemento. Más tarde, se comprobaría que Lavoisier estaba equivocado, pero el uso del nombre ya se había extendido.
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Origen del oxígeno.
El O2 que respiramos es generado por las plantas, las algas y las cianobacterias mediante el proceso de fotosíntesis. Las especies vegetales absorben agua y sales minerales con sus raíces, para luego conducirlas hasta las hojas. Allí tienen lugar dos fases: una luminosa -la luz solar es captada por las hojas y gracias a esta energía pueden transformar el dióxido de carbono (CO₂) que toman del aire-, y una oscura, justamente, porque no precisa luz. En esta segunda etapa, la energía que se obtuvo previamente es convertida en la materia orgánica que nutre a las especies vegetales. Finalmente, se libera el oxígeno resultante del proceso.
Cabe aclarar que las plantas también necesitan oxígeno para respirar y así transformar los nutrientes en energía. La respiración es llevada a cabo por diminutos poros -que en las hojas se llaman estomas y en los tallos, lenticelas-, los cuales se abren y cierran, posibilitando el ingreso del oxígeno y la expulsión del dióxido de carbono. Si bien este proceso se da durante todo el día, se hace más evidente a lo largo de la noche.
En el caso de las plantas y animales acuáticos, se valen del oxígeno disuelto en el agua para respirar. La medición de esta sustancia es clave para definir cuál es la calidad del agua y de las condiciones de vida en dichos ecosistemas, ya que permite conocer su grado de contaminación. Las encargadas de producir oxígeno en ambientes subacuáticos son las algas y especies vegetales que los habitan, a través del proceso de fotosíntesis, como en el caso de las terrestres. Pero la oxigenación también se da por los flujos, las olas y corrientes que mueven las aguas.
Es curioso que alrededor del 70% del oxígeno producido en nuestro planeta no proviene de la vegetación terrestre, sino de algas y bacterias fotosintéticas que habitan los océanos.
La importancia del oxígeno.
Los seres vivos estamos mayormente integrados por agua y, como dijimos, el oxígeno es uno de los componentes principales de esta última (recordemos que junto con el hidrógeno forman la molécula H₂O). Por eso, podemos afirmar que, en términos de masa, se trata del elemento químico que más abunda en los agentes bióticos y en la naturaleza (aire, océanos y corteza terrestre). A su vez, constituye uno de los elementos más abundantes en el universo (después del hidrógeno y del helio).
Además, el ser humano recurre al oxígeno, en sus diferentes estados (gaseoso y líquido), para numerosas actividades de tipo industrial, como la producción de acero y de sustancias plásticas y textiles. También para purificar aguas residuales, elaborar explosivos, generar combustible y aire artificial en espacios donde no se produce de modo natural (aviones, naves espaciales, submarinos, tanques de buceo, etc.).
Asimismo, en el ámbito médico es suministrado de modo terapéutico y a personas con problemas de salud causados por la deficiente presencia de oxígeno en la sangre, por incapacidad para respirar, por afecciones pulmonares o cardíacas, etc.
Entre las patologías vinculadas a la disminución de oxígeno en el organismo podemos mencionar la hipoxemia (bajos niveles de oxígeno en sangre), la hipoxia (presencia de oxígeno en los tejidos inferior a la normal, por ejemplo, hipoxia cerebral) y la anoxia (ausencia absoluta de oxígeno, lo cual conduce a la muerte).
Dada su importancia, el término oxígeno ha sido incorporado a expresiones cotidianas tales como “necesito oxígeno” o “dame un poco de oxígeno”, en el sentido figurado de aire, espacio, libertad o vitalidad. Del mismo modo, “inyectar oxígeno a una situación” implica reducir la tensión, generar alivio en circunstancias complicadas.
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Lehrer, L. (16 de junio de 2022). Definición de oxígeno. Su origen, características e importancia. Definicion.com. https://definicion.com/oxigeno/